Publicado en VIVA Estepona Información el 23/11/2013
El anunciado recurso de la Junta de Andalucía al acuerdo tripartito
Iglesia-Cooperativa-Ayuntamiento coloca contra la pared uno de los proyectos
más importantes anunciados por el gobierno del PP en la localidad y, por tanto,
a su máximo responsable, cabeza pensante y órgano ejecutivo del mismo.
Un acuerdo que desde el momento mismo de su anuncio anunciaba dos
ganadores oficiales, la Iglesia Católica y la Cooperativa Agrícola, un evidente
perdedor, el Ayuntamiento de Estepona y “daños colaterales” derivados del mismo
en muy diferentes personas. Cuando decimos que sería el Ayuntamiento de Estepona
el perjudicado por el acuerdo en realidad nos referimos a todos los vecinos de
la localidad salvo a aquellos que han participado directamente en la realización
del mismo. Y aquí está el previsible y posiblemente deseado segundo efecto de la
operación. Algunos de nuestros vecinos ganarán mucho dinero con todo esto. Y lo
decimos porque nos sentimos legitimados por la historia de este país y por la
nuestra en particular para sospechar que tras una operación millonaria siempre
hay perversos intereses ocultos.
Mucho más si nos referimos
específicamente a los implicados en la jugada. Parte importante de la citada
operación resulta ser la pérdida de patrimonio público a favor de la Iglesia,
una organización con un pasado negro tanto. Y no nos referimos a históricas
acciones de la Inquisición, sino al más reciente pasado de Estepona, en el que
la citada institución ha sido responsable de la desaparición de millones de
euros de fondos que entendíamos nuestros y que jamás han repercutido en el
interés del conjunto de la localidad.
El segundo aparente beneficiado
es una entidad en proceso de descomposición desde hace décadas y que lleva dando
pasos contra su objetivo fundacional –la cooperación entre agricultores y
ganaderos esteponeros– desde mucho antes de asumir el control el actual
responsable municipal de la Hacienda. No cabe duda, no nos cabe duda, que el
interés del Sr. Aguilar y el resto de directivos de la Cooperativa Agrícola en
la operación va mucho más allá de su discutida relación con el campo, y sí de
forma mucho más acentuada con la práctica en la que han andado enredados durante
el devenir reciente de la agricultura y el cooperativismo en Estepona: La
especulación urbanística y el deseo de cambiar los cítricos y las hortalizas por
el sembrado de ladrillos.
Permítanme también el conceder a nuestros
mandatarios públicos el suficiente margen de confianza en su inteligencia como
para entender que nada se hace de forma gratuita, y mucho menos el favorecer de
forma tan descarada a dos entidades que han demostrado de forma reiterada una
actividad perniciosa y perjudicial del interés público.
La Junta de
Andalucía, actuando por una vez en defensa del interés público, pone de
manifiesto la ilegalidad de una operación, tanto como para dar traslado a los
tribunales una tramitación, que pretendía evitar los controles a los que la Ley
del Suelo somete los cambios de calificación de uso y patrimonial. El
Ayuntamiento, replicando su habitual comportamiento oscurantista ha intentado
Evitar el procedimiento legal completo, previsto para preservar el interés
municipal y que más largo y garantista que el efectuado. Éste no ha ido mucho
más allá que un trapicheo entre colegas, aunque protagonizado por personalidades
pagadas de sí mismas, egocéntricas, egoístas y manipuladoras que dejan a la
altura del betún la supuesta dignidad de los cargos que ostentan.
Para
finalizar, permítanme que exprese en voz alta una duda. Si lo del bulevar no
sale, si metió la pata en los trámites del pulmón verde ¿no será que el Notario
no es tan listo cómo él mismo decía ser durante la campaña electoral?
martes, noviembre 26, 2013
lunes, noviembre 18, 2013
Fuera de mi castillo
Publicado en VIVA Estepona Información el 16/11/2013
Esta semana quiero, desde la primera línea de mi columna, felicitar al conjunto
de responsables municipales que nos están haciendo disfrutar a los esteponeros
de la visión de las murallas del Castillo de San Luis. Un tesoro que teníamos al
alcance de nuestras manos y que ha permanecido oculto para generaciones de
nuestros vecinos. El simple derribo de un muro nos ha permitido recobrar, de
golpe, parte de nuestra historia e identidad.
Desde ahora nuestro casco antiguo podrá denominarse también, sin temor a que ningún visitante nos pregunte por qué, como “el centro histórico” y orgullosos podremos acompañarles a las calles Villa, Castillo o a la Plaza Augusto Suárez, llamada así en recuerdo a tan ilustre periodista esteponero.
Alguien dirá que tampoco es para tanto, que el Castillo es una obra “tan solo” del S.XVI, de mala factura y escaso valor arquitectónico que está situada casi con toda seguridad sepultando restos de más solera de nuestras épocas romanas o árabes. Y tendrá razón en casi todo, pero no cabe ninguna duda del cambio para bien que la puesta a la luz de sus murallas tendrá para nuestra ciudad.
Vaya por tanto, mi agradecimiento sincero a los técnicos y políticos que lo han hecho posible. Incluyendo a los que han cerrado la negociación con la familia propietaria de los terrenos en los que se ha realizado la actuación, esperando haya sido satisfactoria tanto para los intereses municipales como para los particulares.
Aunque recordando a Bertolt Brecht en su famoso poema “Preguntas de un obrero que lee” –¿Quién construyó Tebas, la de las siete Puertas? En los libros aparecen los nombres de los reyes. ¿Arrastraron los reyes los bloques de piedra? – tampoco puedo olvidar en este momento ni a los obreros que levantaron los muros del Castillo en el momento de su construcción ni a los que estos días han trabajado en su incorporación al patrimonio paisajístico, histórico y patrimonial de Estepona. Y a los que participarán durante los trabajos que necesita la consolidación de ese espacio público imprescindible.
Trabajos que esperamos se acometan con la seriedad a la que nos tiene acostumbrado el equipo de arqueólogos municipales, aunque, de forma lamentable y teniendo en cuenta la política de privatización y minimización de la administración pública defendida por el Partido Popular, serán desarrollados con medios no públicos. Uno de los arqueólogos fue despedido en el injusto ERE del año pasado y los operarios municipales pasaron a engrosar las filas de las empresas concesionarias. Como todos podrán entender, se seguirán contratando empresas externas de arqueología y las concesionarias facturarán de forma tan opaca y jugosa como hasta ahora los trabajos que los que eran trabajadores públicos realicen fuera del ámbito estricto de sus contratos de concesión.
También nos produce cierta inquietud lo que pueda estar pasando por la inquieta mente de nuestro prócer notarial respecto a la denominación que según él debería recibir la nueva placita o el callejón que resulte del final de la actuación en el entorno del Castillo. Cuando llegue el momento de la inauguración en la zona tendremos nombres tan señeros para calles como Carmen Sevilla, Carlos Herrera, Manolo Alcántara o ABC. Y no sabemos dónde caerán la Homófobo Obispo Catalá y Camarada Escarcena. Miedo nos da que piense en San José María Escrivá de Balaguer, San José María Aznar o, quitándose todos los complejos, en “Castillo de San José María García Urbano”. Y eso, que no es descabellado conociendo al personaje, sería para que entre todos le cantásemos “fuera de mi castillo”.
Desde ahora nuestro casco antiguo podrá denominarse también, sin temor a que ningún visitante nos pregunte por qué, como “el centro histórico” y orgullosos podremos acompañarles a las calles Villa, Castillo o a la Plaza Augusto Suárez, llamada así en recuerdo a tan ilustre periodista esteponero.
Alguien dirá que tampoco es para tanto, que el Castillo es una obra “tan solo” del S.XVI, de mala factura y escaso valor arquitectónico que está situada casi con toda seguridad sepultando restos de más solera de nuestras épocas romanas o árabes. Y tendrá razón en casi todo, pero no cabe ninguna duda del cambio para bien que la puesta a la luz de sus murallas tendrá para nuestra ciudad.
Vaya por tanto, mi agradecimiento sincero a los técnicos y políticos que lo han hecho posible. Incluyendo a los que han cerrado la negociación con la familia propietaria de los terrenos en los que se ha realizado la actuación, esperando haya sido satisfactoria tanto para los intereses municipales como para los particulares.
Aunque recordando a Bertolt Brecht en su famoso poema “Preguntas de un obrero que lee” –¿Quién construyó Tebas, la de las siete Puertas? En los libros aparecen los nombres de los reyes. ¿Arrastraron los reyes los bloques de piedra? – tampoco puedo olvidar en este momento ni a los obreros que levantaron los muros del Castillo en el momento de su construcción ni a los que estos días han trabajado en su incorporación al patrimonio paisajístico, histórico y patrimonial de Estepona. Y a los que participarán durante los trabajos que necesita la consolidación de ese espacio público imprescindible.
Trabajos que esperamos se acometan con la seriedad a la que nos tiene acostumbrado el equipo de arqueólogos municipales, aunque, de forma lamentable y teniendo en cuenta la política de privatización y minimización de la administración pública defendida por el Partido Popular, serán desarrollados con medios no públicos. Uno de los arqueólogos fue despedido en el injusto ERE del año pasado y los operarios municipales pasaron a engrosar las filas de las empresas concesionarias. Como todos podrán entender, se seguirán contratando empresas externas de arqueología y las concesionarias facturarán de forma tan opaca y jugosa como hasta ahora los trabajos que los que eran trabajadores públicos realicen fuera del ámbito estricto de sus contratos de concesión.
También nos produce cierta inquietud lo que pueda estar pasando por la inquieta mente de nuestro prócer notarial respecto a la denominación que según él debería recibir la nueva placita o el callejón que resulte del final de la actuación en el entorno del Castillo. Cuando llegue el momento de la inauguración en la zona tendremos nombres tan señeros para calles como Carmen Sevilla, Carlos Herrera, Manolo Alcántara o ABC. Y no sabemos dónde caerán la Homófobo Obispo Catalá y Camarada Escarcena. Miedo nos da que piense en San José María Escrivá de Balaguer, San José María Aznar o, quitándose todos los complejos, en “Castillo de San José María García Urbano”. Y eso, que no es descabellado conociendo al personaje, sería para que entre todos le cantásemos “fuera de mi castillo”.
martes, noviembre 12, 2013
Un día de furia
Publicado en VIVA Estepona Información el 09/11/2013
Cuando corre el rumor de la impugnación por parte de la Junta del acuerdo
tripartito Iglesia-Cooperativa-Ayuntamiento, siguen en la ciudad las
demostraciones populistas a las que nos está acostumbrando el Alcalde. El
Notario, bebiendo de las fuentes de la más burda de las demagogias remeda sin
pudor a viejos maestros de la mentira, inspirándose en lo peor de la tradición
del político yanqui, ese que se empeñaba en tomar la mano de todos los viejos y
besar a todos los niños.
Lejos de reflexionar sobre la que se le cae encima, que cambiará su idea de ser el mejor alcalde de la historia por la de aquel que dilapidó nuestro patrimonio entregándolo a lo peorcito de las entidades privadas, nuestro notario continua empeñado en la labor de su “canonización”, a punto de pedir para sí mismo una calle, como ya ha hecho el obispo Catalá. Ambos cristianos pecando capitalmente de soberbia ya acumulan sobre sí otros graves pecados que les llevarán al infierno: El ya conocido de la avaricia y el que relataremos hoy, la ira.
El martes el Notario y su habitual cohorte de estómagos agradecidos –valga aquí la frase hecha, muy al contrario del contexto en que la pronunció el impresentable Ignacio Mena en el último pleno– acudió a presentarnos otra muestra más del mal gusto, la inoportunidad, la falta de visión de la ciudad y, mucho peor, la absoluta insensibilidad para con las necesidades extremas que están padeciendo nuestros vecinos.
La inauguración del mural en una medianería del Barrio de los Remedios, que como casi todas las anteriores es un derroche económico con un gasto ínfimo de arte y calidad pictórica, nos brindó la oportunidad a un nutrido grupo de ciudadanos de satisfacer algunos de nuestros personales deseos.
Muchos vecinos ociosos optaron por a ver qué pasa y si cae una cervecilla de gorra tomarla. Otros, por practicar la inveterada costumbre de la adulación al poderoso, por si suena la flauta y a uno le toca la migaja en forma de palmadita en la espalda, tapita de jamón, frase amable como si te conociesen de toda la vida o, ilusos, puestecito de trabajo.
Los ya citados estómagos agradecidos –concejales, cargos de confianza y empleados de las empresas concesionarias de los servicios privatizados incluyendo a renegados del PSOE– a lo suyo, es decir al peloteo, el sí bwana y si se tercia recriminar a los vecinos que de forma consciente acudieron al acto a exponer las vergüenzas del gobierno municipal.
Porque de esos también hubo algunos, pocos militantes de los partidos de la izquierda local –unos de IU, otros de EVA– y los más fueron simpatizantes y afiliados al Sindicato Andaluz de Trabajadores y Trabajadoras, punta de lanza de la movilización social en Estepona y el conjunto de Andalucía.
Pues bien, sin relatar el desarrollo de la protesta del SAT y los que acudimos a su llamado, quiero contar a los lectores el episodio que muestra el auténtico talante de ese personaje que se nos presenta como el de la exquisita educación. Una vecina, sin relación alguna con las organizaciones citadas, pidió al SAT el megáfono que llevaban para la protesta, porque “tenía que decirle algo al alcalde”. Y sin más intento acercarse a él para recordarle que lleva varios meses esperando una cita oficial, para la que todavía no tiene fecha. El Notario, al verla acercarse le arrebató de forma violenta el megáfono de las manos y con la soberbia que ya conocemos más la ira que sabemos es capaz de desarrollar, trató a su convecina con malos modos propios del niño enfermo de rabia que lleva dentro. Iracundo y molesto por la presencia de los izquierdistas, no me queda más que advertirle que pese a su furia son esos los días que le esperan, en cada acto público.
Lejos de reflexionar sobre la que se le cae encima, que cambiará su idea de ser el mejor alcalde de la historia por la de aquel que dilapidó nuestro patrimonio entregándolo a lo peorcito de las entidades privadas, nuestro notario continua empeñado en la labor de su “canonización”, a punto de pedir para sí mismo una calle, como ya ha hecho el obispo Catalá. Ambos cristianos pecando capitalmente de soberbia ya acumulan sobre sí otros graves pecados que les llevarán al infierno: El ya conocido de la avaricia y el que relataremos hoy, la ira.
El martes el Notario y su habitual cohorte de estómagos agradecidos –valga aquí la frase hecha, muy al contrario del contexto en que la pronunció el impresentable Ignacio Mena en el último pleno– acudió a presentarnos otra muestra más del mal gusto, la inoportunidad, la falta de visión de la ciudad y, mucho peor, la absoluta insensibilidad para con las necesidades extremas que están padeciendo nuestros vecinos.
La inauguración del mural en una medianería del Barrio de los Remedios, que como casi todas las anteriores es un derroche económico con un gasto ínfimo de arte y calidad pictórica, nos brindó la oportunidad a un nutrido grupo de ciudadanos de satisfacer algunos de nuestros personales deseos.
Muchos vecinos ociosos optaron por a ver qué pasa y si cae una cervecilla de gorra tomarla. Otros, por practicar la inveterada costumbre de la adulación al poderoso, por si suena la flauta y a uno le toca la migaja en forma de palmadita en la espalda, tapita de jamón, frase amable como si te conociesen de toda la vida o, ilusos, puestecito de trabajo.
Los ya citados estómagos agradecidos –concejales, cargos de confianza y empleados de las empresas concesionarias de los servicios privatizados incluyendo a renegados del PSOE– a lo suyo, es decir al peloteo, el sí bwana y si se tercia recriminar a los vecinos que de forma consciente acudieron al acto a exponer las vergüenzas del gobierno municipal.
Porque de esos también hubo algunos, pocos militantes de los partidos de la izquierda local –unos de IU, otros de EVA– y los más fueron simpatizantes y afiliados al Sindicato Andaluz de Trabajadores y Trabajadoras, punta de lanza de la movilización social en Estepona y el conjunto de Andalucía.
Pues bien, sin relatar el desarrollo de la protesta del SAT y los que acudimos a su llamado, quiero contar a los lectores el episodio que muestra el auténtico talante de ese personaje que se nos presenta como el de la exquisita educación. Una vecina, sin relación alguna con las organizaciones citadas, pidió al SAT el megáfono que llevaban para la protesta, porque “tenía que decirle algo al alcalde”. Y sin más intento acercarse a él para recordarle que lleva varios meses esperando una cita oficial, para la que todavía no tiene fecha. El Notario, al verla acercarse le arrebató de forma violenta el megáfono de las manos y con la soberbia que ya conocemos más la ira que sabemos es capaz de desarrollar, trató a su convecina con malos modos propios del niño enfermo de rabia que lleva dentro. Iracundo y molesto por la presencia de los izquierdistas, no me queda más que advertirle que pese a su furia son esos los días que le esperan, en cada acto público.
lunes, noviembre 04, 2013
Ni que fuese obispo
Publicado en VIVA Estepona Información el 02/11/2013
Aunque en estos momentos, en los que las necesidades básicas de la población
están lejos de ser satisfechas, pareciese una frivolidad discutir sobre el
nombre de una calle no podemos olvidar el papel que en las relaciones de
dominación de las clases tiene el componente ideológico y cultural, lo que
Carlos Marx llamaba “la superestructura” para diferenciarla de la “estructura”,
la forma en la que se desarrollan los procesos económicos.
El papel de la Iglesia Católica ha sido durante siglos fundamental en el occidente europeo, actuando como “opio del pueblo”, ha conseguido adormecer las conciencias, imponer la magia sobre el sentido crítico y sostener a unos sobre otros en base a los falsos conceptos de la providencia, la fatalidad, el destino o el infierno.
Cabe por tanto esperar que también los que son los más radicales defensores de los valores de una sociedad basada en la dominación, la extrema derecha española y esteponera, use el poder de la ideología como instrumento para la sumisión de los trabajadores.
Así, empeñados en una deriva fascista y beligerante propia de los tiempos de la preguerra civil, el PP local está embarcado en la defensa a ultranza del franquismo y sus iconos. No contento con la cesión de suelo público y las facilidades prestadas para la instalación de las más rancias escuelas católicas, el Notario pretende hacernos tragar con los símbolos de su ideología. La plaza del diario ABC o la calle al obispo Catalá son dos ejemplos recientes.
Y todo ello, apoyados en la pobre oposición manifestada por el PSOE, siempre a la deriva en cuestiones ideológicas, como pasó esta semana en el pleno municipal que debatió las cofradías y el nombre de las calles.
Criticar al Sr. Catalá por su homofobia es algo que por lo infantil parece hecho a propósito para desviar la atención ¿acaso alguna institución de la Iglesia Católica es ajena a la homofobia o la discriminación a la mujer? Todos actúan así, desde la última monjita hasta el obispo de Roma. En unos casos por sumisión a leyes injustas, en otros por convicción y en otros, muchísimos, por ejercicio de la hipocresía.
Parece que los del PSOE tampoco saben que la caridad –de arriba abajo– es contraria a la solidaridad –en el mismo plano– y dar dinero a Cáritas tiene el mismo efecto que darlo a las cofradías, pues ambas forman parte del mismo tinglado ideológico –supraestructural–.
Ya sé que pedir coherencia socialista a los militantes del PSOE es como pedir peras al olmo, y aquí viene bien parafrasear al propio obispo Catalá que dijo hace poco, conociendo tan bien como yo al PSOE, “algunos partidos sólo plantean revisar los acuerdos con la Santa Sede cuando no están en el Gobierno”.
En esa línea de despiste, los socialistas aprobaron nominar una calle como “Pepe Escarcena” en base a algunos falsos supuestos. No discutiré la calidad humana del personaje, pero me niego a aceptar que sea “decano” de la prensa en la localidad y ejemplo en su labor periodística. Seguro que el decanato corresponde a otros periodistas, hay prensa local de principios del SXX, y tengo que repudiar su labor como corresponsal del Diario SUR, casi siempre mientras este periódico pertenecía a la denominada “Prensa del Movimiento”, sostén del fascismo en el poder. Escarcena, como casi todos los periodistas del régimen contribuyeron a la ocultación de la realidad en interés del gobierno.
Tampoco puedo recordar, por más que me esfuerce, grandes crónicas, reportajes, artículos o textos de valor más allá de unos pequeños recortes que casi nunca llegaban al octavo de página. Sí, es esteponero, pero eso no puede ser excusa para distinguir con su nombre una calle de la localidad. Ni que fuese obispo.
El papel de la Iglesia Católica ha sido durante siglos fundamental en el occidente europeo, actuando como “opio del pueblo”, ha conseguido adormecer las conciencias, imponer la magia sobre el sentido crítico y sostener a unos sobre otros en base a los falsos conceptos de la providencia, la fatalidad, el destino o el infierno.
Cabe por tanto esperar que también los que son los más radicales defensores de los valores de una sociedad basada en la dominación, la extrema derecha española y esteponera, use el poder de la ideología como instrumento para la sumisión de los trabajadores.
Así, empeñados en una deriva fascista y beligerante propia de los tiempos de la preguerra civil, el PP local está embarcado en la defensa a ultranza del franquismo y sus iconos. No contento con la cesión de suelo público y las facilidades prestadas para la instalación de las más rancias escuelas católicas, el Notario pretende hacernos tragar con los símbolos de su ideología. La plaza del diario ABC o la calle al obispo Catalá son dos ejemplos recientes.
Y todo ello, apoyados en la pobre oposición manifestada por el PSOE, siempre a la deriva en cuestiones ideológicas, como pasó esta semana en el pleno municipal que debatió las cofradías y el nombre de las calles.
Criticar al Sr. Catalá por su homofobia es algo que por lo infantil parece hecho a propósito para desviar la atención ¿acaso alguna institución de la Iglesia Católica es ajena a la homofobia o la discriminación a la mujer? Todos actúan así, desde la última monjita hasta el obispo de Roma. En unos casos por sumisión a leyes injustas, en otros por convicción y en otros, muchísimos, por ejercicio de la hipocresía.
Parece que los del PSOE tampoco saben que la caridad –de arriba abajo– es contraria a la solidaridad –en el mismo plano– y dar dinero a Cáritas tiene el mismo efecto que darlo a las cofradías, pues ambas forman parte del mismo tinglado ideológico –supraestructural–.
Ya sé que pedir coherencia socialista a los militantes del PSOE es como pedir peras al olmo, y aquí viene bien parafrasear al propio obispo Catalá que dijo hace poco, conociendo tan bien como yo al PSOE, “algunos partidos sólo plantean revisar los acuerdos con la Santa Sede cuando no están en el Gobierno”.
En esa línea de despiste, los socialistas aprobaron nominar una calle como “Pepe Escarcena” en base a algunos falsos supuestos. No discutiré la calidad humana del personaje, pero me niego a aceptar que sea “decano” de la prensa en la localidad y ejemplo en su labor periodística. Seguro que el decanato corresponde a otros periodistas, hay prensa local de principios del SXX, y tengo que repudiar su labor como corresponsal del Diario SUR, casi siempre mientras este periódico pertenecía a la denominada “Prensa del Movimiento”, sostén del fascismo en el poder. Escarcena, como casi todos los periodistas del régimen contribuyeron a la ocultación de la realidad en interés del gobierno.
Tampoco puedo recordar, por más que me esfuerce, grandes crónicas, reportajes, artículos o textos de valor más allá de unos pequeños recortes que casi nunca llegaban al octavo de página. Sí, es esteponero, pero eso no puede ser excusa para distinguir con su nombre una calle de la localidad. Ni que fuese obispo.
Porque yo lo digo
Publicado en VIVA Estepona Información el 26/10/2013
Termina una semana marcada por las movilizaciones sociales en todo el Estado,
pero también y particularmente en nuestra Costa del Sol, donde todos los males
que aquejan a la sociedad nacional son llevados a su grado máximo.
Los trabajadores del Estado Español pueden quejarse del paro, de la asfixiante presión de los agentes financieros y de la corrupción generalizada de los dirigentes. Pero es aquí, en nuestra Costa, en la que la estructura económica estaba sustentada casi exclusivamente por la burbuja inmobiliaria y por tanto donde todos los efectos parejos a su explosión han sido más evidentes.
No ha habido parón en el sector de la construcción tan elevado como el nuestro, no se elevaron tanto los precios de las casas como aquí y no se esclavizó a más trabajadores atados a falsas hipotecas con tanta saña como la que desarrollaron las entidades financieras en nuestra tierra.
Por todas esas cosas somos la comunidad con una menor capacidad de reacción económica y la que de forma más rápida se desliza hacia el precipicio. Aunque, después de toda la semana en la calle, tengo que reconocer que ante esta tesitura hemos desarrollado de forma insuficiente la cohesión y conciencia social.
Esta semana comenzó con la protesta de algunos colectivos durante el acto de enaltecimiento fascista que supuso la inauguración de la Plaza de la Estación. El lunes se celebró una concentración ante el Ayuntamiento convocada por la plataforma del ERE y a partir del martes la huelga que el jueves debió ocupar a todos los sectores de la comunidad educativa.
No puedo estar contento de la escasa afluencia a los actos de protesta convocados durante la semana. Por cuestiones ideológicas algunas, pero también de las que afectan de forma inmediata y directa a la forma de vida, al futuro e incluso al sustento diario de los ciudadanos.
Poca gente protestando contra el alarde fascista en la plaza. Muy poca gente, ni siquiera los directamente afectados, en la lucha por recuperar el puesto de trabajo municipal y una participación vergonzosa por parte de los trabajadores de la enseñanza en la huelga de su sector. Si bien los alumnos no fueron a las aulas, entre el profesorado fueron más los que acudieron a “trabajar” y no perder un día de salario. Aunque se hayan ganado a pulso el deshonroso título de esquiroles.
Y, para rematar, este viernes nos concentramos ante las puertas del Ayto. de Marbella contra la represión a la que vienen siendo sometidos todos aquellos que tenemos la desfachatez de protestar en las calles. Allí estábamos, apoyando a esos compañeros injustamente sancionados, cuando uno de los jefes de la policía local marbellí, el número 200 de su plantilla, nos prohibió acceder al interior del ayuntamiento para presentar los pliegos de firmas recogidos contra la actuación gubernativa.
Tras negociar con él, y engañarnos, limitó el acceso a cuatro compañeros a los que dentro del Ayuntamiento prohibió acceder al Pleno Municipal que en ese momento se celebraba. Acto público de los representantes de la soberanía popular en el municipio. En ambos casos el argumento jurídico esgrimido fue “porque yo lo digo”. Ni éste, ni ningún otro funcionario policial marbellí actuó jamás contra la banda de delincuencia que asoló a la ciudad durante más de veinte años. Y lejos de ser expulsados de los cuerpos policiales, por ciegos, ineptos, tontos o corruptos –únicos argumentos que explicarían tanta incapacidad– siguen siendo los amos y señores de nuestros pueblos.
Están crecidos, y saben que cuentan con nuestra escasa oposición y el apoyo de unos dirigentes podridos. Solo la protesta generalizada y nuestra organización cambiará las cosas, y entonces será, porque nosotros lo decimos.
Los trabajadores del Estado Español pueden quejarse del paro, de la asfixiante presión de los agentes financieros y de la corrupción generalizada de los dirigentes. Pero es aquí, en nuestra Costa, en la que la estructura económica estaba sustentada casi exclusivamente por la burbuja inmobiliaria y por tanto donde todos los efectos parejos a su explosión han sido más evidentes.
No ha habido parón en el sector de la construcción tan elevado como el nuestro, no se elevaron tanto los precios de las casas como aquí y no se esclavizó a más trabajadores atados a falsas hipotecas con tanta saña como la que desarrollaron las entidades financieras en nuestra tierra.
Por todas esas cosas somos la comunidad con una menor capacidad de reacción económica y la que de forma más rápida se desliza hacia el precipicio. Aunque, después de toda la semana en la calle, tengo que reconocer que ante esta tesitura hemos desarrollado de forma insuficiente la cohesión y conciencia social.
Esta semana comenzó con la protesta de algunos colectivos durante el acto de enaltecimiento fascista que supuso la inauguración de la Plaza de la Estación. El lunes se celebró una concentración ante el Ayuntamiento convocada por la plataforma del ERE y a partir del martes la huelga que el jueves debió ocupar a todos los sectores de la comunidad educativa.
No puedo estar contento de la escasa afluencia a los actos de protesta convocados durante la semana. Por cuestiones ideológicas algunas, pero también de las que afectan de forma inmediata y directa a la forma de vida, al futuro e incluso al sustento diario de los ciudadanos.
Poca gente protestando contra el alarde fascista en la plaza. Muy poca gente, ni siquiera los directamente afectados, en la lucha por recuperar el puesto de trabajo municipal y una participación vergonzosa por parte de los trabajadores de la enseñanza en la huelga de su sector. Si bien los alumnos no fueron a las aulas, entre el profesorado fueron más los que acudieron a “trabajar” y no perder un día de salario. Aunque se hayan ganado a pulso el deshonroso título de esquiroles.
Y, para rematar, este viernes nos concentramos ante las puertas del Ayto. de Marbella contra la represión a la que vienen siendo sometidos todos aquellos que tenemos la desfachatez de protestar en las calles. Allí estábamos, apoyando a esos compañeros injustamente sancionados, cuando uno de los jefes de la policía local marbellí, el número 200 de su plantilla, nos prohibió acceder al interior del ayuntamiento para presentar los pliegos de firmas recogidos contra la actuación gubernativa.
Tras negociar con él, y engañarnos, limitó el acceso a cuatro compañeros a los que dentro del Ayuntamiento prohibió acceder al Pleno Municipal que en ese momento se celebraba. Acto público de los representantes de la soberanía popular en el municipio. En ambos casos el argumento jurídico esgrimido fue “porque yo lo digo”. Ni éste, ni ningún otro funcionario policial marbellí actuó jamás contra la banda de delincuencia que asoló a la ciudad durante más de veinte años. Y lejos de ser expulsados de los cuerpos policiales, por ciegos, ineptos, tontos o corruptos –únicos argumentos que explicarían tanta incapacidad– siguen siendo los amos y señores de nuestros pueblos.
Están crecidos, y saben que cuentan con nuestra escasa oposición y el apoyo de unos dirigentes podridos. Solo la protesta generalizada y nuestra organización cambiará las cosas, y entonces será, porque nosotros lo decimos.
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