lunes, octubre 21, 2013

¿Verdes o azules?

Publicado en VIVA Estepona Información el 19/10/2013



Uno de los signos distintivos del mandato de nuestro alcalde, El Notario, es el empeño que está poniendo en cambiar la cara a nuestra localidad. No se está acometiendo ninguna obra importante que transforme estructuralmente la ciudad pero sí que es cierto que la fisonomía de nuestras calles está mutando constantemente.

Algunos dirán que a mejor, yo me niego a calificar un lavado de cara como un cambio positivo, porque en eso están quedando la casi totalidad de la transformación peatonal del centro de la ciudad. El ocultismo con el que se acometen las obras y su aparente improvisación nos hace sospechar que no existe ningún plan ordenado para las mismas. O, si existiese, que solo reside en la brillantísima mente del socio de Juan Alberto Hoffman.

Porque la peatonalización del centro de la ciudad no responde a ninguno de los criterios que cualquier urbanista consideraría imprescindible. Por citar alguno de ellos, es terrible que no se esté aprovechando el levantamiento de las calles para renovar las canalizaciones y los servicios. Pero también parece alejado de un estudio que haya contemplado los problemas de movilidad y planteado alternativas viables para los vecinos.

La peatonalización y el empeño en las macetas que nuestro alcalde ha puesto no viene acompañada de soluciones para los vehículos de emergencia, ni para los vecinos residentes ni, con la misma gravedad, del impulso de formas de movilidad amables con el medio ambiente como son la bicicleta y el transporte colectivo. Lejos de ser así, se están cerrando calles al tráfico rodado sin haber preparado la mínima alternativa, convirtiendo algunas calles en auténticas trampas mortales en caso de catástrofe y sin que se prevea el enriquecimiento del tráfico peatonal y no contaminante por la ciudad.  Mientras, las pobres plantas enmacetadas pierden la vida inexorablemente.

Aunque, justo es reconocerlo también, ha servido para que el Notario haya despilfarrado no se sabe cuántos cohetes, sonrisas forzadas y abrazos a niños, como si fuese el político norteamericano que tantas veces parece querer ser.

En esa línea, profundizando en el esquema de este tipo de actuaciones, la conversión de la antigua estación de autobuses en una plaza reúne todos los aspectos antes mencionados. Con una falta de previsión que raya la imprudencia punible, se ha obligado a los ciudadanos a que no disponen de vehículo propio –los que lo tienen ni se plantean usar el transporte público en estas condiciones– a sufrir un increíble verano frente al edificio de los juzgados. Meando en un cuchitril infecto y sufriendo el calor y la aglomeración en una acera mínima. Todo por no haber retrasado la construcción de la plaza hasta la habilitación de un espacio mínimamente digno para recibir a los viajeros en Estepona.

Y por si fuera poco, lejos de ampliar las “zonas verdes”, tan necesitadas en una ciudad acostumbrada a cambiar parques centrales por edificios y comisiones urbanísticas, en el que sería un magnífico entorno urbano se ha planteado una plaza que entiendo inhóspita, llena de cemento, que seguro prohibirá que los niños patinen o jueguen con pelotas y que no dispone casi ni bancos y sombras para los abuelos.

Eso sí, no faltarán ni la estatua del escultor de Franco, ni el homenaje al periódico de la dictadura ni, por supuesto, el autobombo que supondrá la presencia en Estepona del director de ABC, apoyando al heredero de Farinós y Jesús Gil. Si tenemos en cuenta lo anterior, y el color del hormigón que cubre la plaza, más pareciese que en lugar de zonas verdes estamos hablando, como antes, de “zona azul”, azul Falange, por supuesto.

La endogamia de la corrupción

Publicado en VIVA Estepona Información el 12/10/2013



A estas alturas del partido a nadie se le escapa que es imprescindible una ruptura absoluta con los valores que animan a la sociedad. De forma contraria a lo que sería deseable, no son la solidaridad, la igualdad y la libertad los que guían el comportamiento diario de nuestros vecinos sino, muy al contrario, el egoísmo, la injusticia y la represión los que triunfan en una sociedad cada vez más desigual y en la que nos parece aceptable el sufrimiento de los demás. Deseable incluso si el secundario efecto que produce es el enriquecimiento de nosotros mismos.

En ese contexto social, no cabe por tanto sorprendernos si de forma reiterada colocamos de forma consciente al frente de nuestro destino a aquellos que mejor representan ese esquema de valores. Los electores de todo el país no han dudado en elegir a aquellos que como cualidad principal atesoran el haber “triunfado” en un mundo en el que ese triunfo está reservado para los peores y más criminales de sus miembros.

Presuntos autores de lesa traición como el monarca Borbón y su familia siguen gozando, pese a todo, del favor popular pese a caer sobre ellos más que fundadas sospechas sobre su forma de vida y tener todos la certeza del criminal origen, durante la dictadura de Franco, de los privilegios que han venido disfrutando con la sonrisa generalizada de todos los españoles.

Pero es solo un caso de cómo hemos valorado en este país a los que nos han maltratado y empobrecido. Por todo el territorio del Estado hemos elegido para representarnos a encausados en procesos de corrupción, que parece recibían esa consideración con alegría, pues venía acompañada de crecimiento en votos y gritos de ánimo.

Mientras algunos nos hemos desgañitado en todas las tribunas en las que se nos ha permitido denunciando la corrupción y el sistema económico que la ampara y provoca otros han seguido disfrutando de la envidia que produce el ascenso social, aunque sea sobre pilas de cadáveres.

Digo pilas de cadáveres de forma figurada, aunque no puedo evitar recordar un caso, el más cercano a nosotros, en el que esa figura cambia de metáfora a mera descripción de la realidad. Jesús Gil ganó las elecciones en Marbella, y también en Estepona, Casares, Manilva, San Roque, La Línea, Ceuta y Melilla pese a que todo el mundo sabía que parte de su fortuna se cimentaba en el crimen del Cerro de Los Ángeles. Nunca pagó por él, y solo la gracia de otro criminal, Franco, evitó que cumpliese la cárcel que sin duda se merecía.

Sin embargo, Gil ganó las elecciones en todos esos pueblos que cito y buenos resultados en Benalmádena, Mijas y Ronda. Y fuimos nosotros, los vecinos de la Costa del Sol, los que le aupamos. No hizo falta que nos engañase, se presentó ante nosotros como un delincuente y así le votamos.

La escasa sentencia de Malaya anima a sus sucesores ideológicos a seguir el camino trazado por Gil. Y poco importará el partido al que estén afiliados. Al PSOE como el exalcalde cantaor de Alcaucín, al PP como el de Alhaurín El Grande o La Línea o a la IU que en Manilva tiene mucho que explicar.

Y lo peor de todo es que seguiremos oyendo hablar de la presunción de inocencia, de la crucifixión de los contrarios y la exculpación de los propios, de la excusa del desconocimiento por parte de todos los grandes líderes.

Mientras, de forma endogámica, el sistema económico capitalista seguirá generando desigualdad e injusticia y alimentando corruptos y corruptores. Hasta que sean la justicia, la libertad, la igualdad y la solidaridad lo que nos anime.

lunes, octubre 07, 2013

Para seguir la fiesta


 

La sentencia del Caso Malaya, dada a conocer hoy mismo, se ha saldado con la absolución en muchos casos y pequeñas condenas en el resto. Oyendo las reacciones a la sentencia, tengo que alegrarme porque somos muchos los que no consideramos que no se hace justicia y que la magnanimidad que el tribunal ha derrochado con este tipo de delincuentes provoca una alarma social que este país no se merece.

Sabemos que todavía no está cerrada la vía judicial y que, aunque a esta hora no están anunciados, esperamos que la Fiscalía presente los recursos necesarios para adecuar las penas al daño causado a los vecinos de la Costa del Sol. No obstante, y aunque por parte de esa Fiscalía se consiguiese aumentar el nivel de las penas jamás se hará justicia.  De una parte porque no nos fiamos de quien exculpa a las princesas y oculta los delitos de los gobernantes. Pero sobre todo porque será imposible que los miles de trabajadores afectados por la corrupción inmobiliaria y su efecto burbuja consigan los niveles de bienestar social que se merecen y que le son históricamente arrebatados por estos golfos ahora condenados y por otros muchos que nunca aparecerán por un Juzgado.

Y será imposible salvo que los ciudadanos asumamos que vivimos en un país en el que todas las decisiones se toman por quienes pese a ostentar las más altas distinciones carecen de la mínima dignidad. Así, cualquier movimiento que el Estado aparente hacer en la dirección correcta en realidad incluye en su seno el implícito mensaje de que todo sigue atado y bien atado.

Las condenas a los cargos políticos y funcionarios del Ayuntamiento de Marbella revelan algo que a cualquier observador no dejaba ninguna duda. El GIL era una estructura criminal y su interés era exclusivamente el latrocinio de los fondos públicos. Eso sí, unas penas tan pequeñas auguran que ninguno de ellos ingresará en prisión y que todo quedará en un coscorrón del Estado hacia aquellos que un día se atrevieron a formar su banda de delincuentes al margen de lo que en el cotarro se entendía como establecido.

Y de ahí que la gran mayoría de los empresarios imputados hayan salido esta mañana con una sonrisa en la cara. Absueltos, porque sus presuntos delitos son difíciles de probar –así  se ha establecido en las leyes– y prestos para seguir alimentando las redes de corrupción política en cualquier ámbito en el que se pueda meter la mano. Incluso en los ayuntamientos de la Costa, que les  abrirán las puertas de los despachos con la misma facilidad con la que se la cierran en las narices a sus vecinos más pobres.

Hay que calificar por tanto la sentencia como una nueva victoria de este Estado injusto y criminal que siempre golpea sobre el mismo lado. Un Estado que encarcela a los que no tienen dinero para pagar abogados y que convierte en héroes sociales a los que “solo” han sido condenados a dos años, seguros de no cumplir ni un día y de no devolver ni un euro.

Porque nuestro sistema también facilita la ocultación de bienes siempre que tengas algo más que un piso hipotecado susceptible de desahucio.

No puedo estar contento por tanto, ni tan siquiera esperanzado, sino decepcionado por otra oportunidad perdida en la lucha contra la corrupción. Lo de hoy ha sido una invitación a que siga la fiesta.

Aunque, quizá porque no soy buena persona, algo me ha sacado una sonrisa: Los 3 años y 22 millones a los que ha sido condenado el socio y amigo de nuestro Notario. Sabemos que Juan Germán Hoffman, hijo de un dirigente nazi, obviará la cárcel como todos los demás, pero… ¿le retirará el saludo el dignísimo García Urbano?