En estos tiempos de vuelta a las televisión pública de las matanzas de toros, en
horario infantil para crear afición, no nos puede extrañar que por parte de las
autoridades se potencie lo peor de nuestra identidad cultural. Desde las
principales autoridades del Estado se pone en marcha la vuelta atrás hasta la
catacumba del franquismo casposo y propagandista.
La bandera monárquica, los vestidos de Letizia Ortiz o el nieto del dictador Franco en la televisión comparten espacio con la reivindicación de Gibraltar, la defensa de la educación ultracatólica y el cada vez más importante papel de la jerarquía católica en la toma de decisiones que afectan a la dignidad de la mujer.
Aunque supuestamente el pueblo no se equivoca, no cabe duda que la decisión de votar masivamente al Partido Popular ha traído, en lugar de lo prometido en campaña electoral, efectos no deseados por el común de los electores y a veces ni tan siquiera sospechados por los analistas más concienzudos. El PP está embarcado en una deriva ultraderechista que casi nadie era capaz de adivinar.
Y en este contexto de franquistización –valga el palabro– no hay autoridad de la derecha que no ponga su granito de arena. García Urbano es capaz de despreciar la autoridad ética del Defensor del Pueblo Andaluz mintiéndole incluso en la correspondencia oficial. Quizá anticipándose al cambio de carácter que querrían para Andalucía. Ya saben, ellos para Andalucía quieren sustituir al Sr. Chamizo por algo parecido a Soledad Becerril. Una condesa pintada de rubio capaz de decir sin que se le mueva la permanente que el acto de los sindicalistas del SAT fue “violencia contra las mujeres”.
Tiempos negros especialmente para Andalucía y nuestra identidad cultural, que será usada otra vez como soporte del españolismo, como en tiempos de la dictadura fascista. Nos gobiernan los que añoran la copla españolista, el flamenco para los señoritos, las tardes de toros, y de limpiabotas a los pies de los caciques. Ya nos tienen pidiendo trabajo en las plazas, persiguiendo a los jornaleros y sometiéndonos a las sotanas.
La bandera monárquica, los vestidos de Letizia Ortiz o el nieto del dictador Franco en la televisión comparten espacio con la reivindicación de Gibraltar, la defensa de la educación ultracatólica y el cada vez más importante papel de la jerarquía católica en la toma de decisiones que afectan a la dignidad de la mujer.
Aunque supuestamente el pueblo no se equivoca, no cabe duda que la decisión de votar masivamente al Partido Popular ha traído, en lugar de lo prometido en campaña electoral, efectos no deseados por el común de los electores y a veces ni tan siquiera sospechados por los analistas más concienzudos. El PP está embarcado en una deriva ultraderechista que casi nadie era capaz de adivinar.
Y en este contexto de franquistización –valga el palabro– no hay autoridad de la derecha que no ponga su granito de arena. García Urbano es capaz de despreciar la autoridad ética del Defensor del Pueblo Andaluz mintiéndole incluso en la correspondencia oficial. Quizá anticipándose al cambio de carácter que querrían para Andalucía. Ya saben, ellos para Andalucía quieren sustituir al Sr. Chamizo por algo parecido a Soledad Becerril. Una condesa pintada de rubio capaz de decir sin que se le mueva la permanente que el acto de los sindicalistas del SAT fue “violencia contra las mujeres”.
Tiempos negros especialmente para Andalucía y nuestra identidad cultural, que será usada otra vez como soporte del españolismo, como en tiempos de la dictadura fascista. Nos gobiernan los que añoran la copla españolista, el flamenco para los señoritos, las tardes de toros, y de limpiabotas a los pies de los caciques. Ya nos tienen pidiendo trabajo en las plazas, persiguiendo a los jornaleros y sometiéndonos a las sotanas.
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