Estos días se conmemorará el primer aniversario del estallido reivindicativo de
las “Puertas del Sol” españolas. Y todos los que participamos de alguna manera
en aquellos hechos nos cuestionamos, un año después, todo lo que pasó y pasa
desde entonces.
Hay que recordar la ilusión de aquellos jóvenes indignados que pensaron cambiar el mundo, injusto mundo, en el que se veían obligados a vivir. Todos conocieron el placer del compañerismo, del debate, de la controversia, de la convivencia y la lucha. Ese capital personal lo guardarán para siempre, mucho más allá de las frustraciones que el propio movimiento ha generado.
Hay que recordar, yo mismo lo hice en la Plaza 15 M de Estepona en las primeras asambleas a las que asistí, que el 15M tendría que definirse, avanzar, marcar objetivos mucho más ambiciosos que los que en aquel momento se defendían.
El 15M nació con espíritu reformista, dando por bueno el sistema capitalista que aplasta a los ciudadanos del mundo y culpando a los “políticos” de todos los males olvidando que el fin de los males de la sociedad no está en los políticos, sino en la escasa actividad política que cada uno de nosotros realizamos. Más allá de la reforma del sistema electoral, de la bajada de sueldos de los concejales o de la posibilidad de legislar a través de iniciativas populares lo que hay que plantear es la ruptura con el sistema. Contra unos cuantos políticos golfos todos debemos ser políticos, revolucionarios, en absoluto complacientes con el capitalismo sino situándonos enfrente, decididamente en la otra orilla.
Hoy, un año después, el Movimiento 15M y Democracia Real Ya están enfrentándose a sus propias contradicciones. Nada ha cambiado en un año, salvo la sigla de los que defienden los intereses capitalistas. Pseudo socialistas o filofascistas se diferencian en el lenguaje, pero no en lo fundamental. Y las causas de la indignación siguen vigentes. Y superando las diferencias, mañana debemos salir de nuevo a las calles y plazas, exigiendo esta vez el fin del capitalismo en lugar de su reforma. ¡La calle es nuestra!
Hay que recordar la ilusión de aquellos jóvenes indignados que pensaron cambiar el mundo, injusto mundo, en el que se veían obligados a vivir. Todos conocieron el placer del compañerismo, del debate, de la controversia, de la convivencia y la lucha. Ese capital personal lo guardarán para siempre, mucho más allá de las frustraciones que el propio movimiento ha generado.
Hay que recordar, yo mismo lo hice en la Plaza 15 M de Estepona en las primeras asambleas a las que asistí, que el 15M tendría que definirse, avanzar, marcar objetivos mucho más ambiciosos que los que en aquel momento se defendían.
El 15M nació con espíritu reformista, dando por bueno el sistema capitalista que aplasta a los ciudadanos del mundo y culpando a los “políticos” de todos los males olvidando que el fin de los males de la sociedad no está en los políticos, sino en la escasa actividad política que cada uno de nosotros realizamos. Más allá de la reforma del sistema electoral, de la bajada de sueldos de los concejales o de la posibilidad de legislar a través de iniciativas populares lo que hay que plantear es la ruptura con el sistema. Contra unos cuantos políticos golfos todos debemos ser políticos, revolucionarios, en absoluto complacientes con el capitalismo sino situándonos enfrente, decididamente en la otra orilla.
Hoy, un año después, el Movimiento 15M y Democracia Real Ya están enfrentándose a sus propias contradicciones. Nada ha cambiado en un año, salvo la sigla de los que defienden los intereses capitalistas. Pseudo socialistas o filofascistas se diferencian en el lenguaje, pero no en lo fundamental. Y las causas de la indignación siguen vigentes. Y superando las diferencias, mañana debemos salir de nuevo a las calles y plazas, exigiendo esta vez el fin del capitalismo en lugar de su reforma. ¡La calle es nuestra!
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