Parece que el viejo dicho que encabeza esta columna es el argumento preferido
por nuestro alcalde, el Notario, que si no ha mostrado todavía aquella
inteligencia de la que presumía durante la campaña electoral sí que nos ha
enseñadola virtud de la raposa, la astucia.
Obligando a los trabajadores a la imposible tarea de reducir el gasto municipal con el que está lastrado el ayuntamiento el Notario consigue que las miserias, la insolidaridad y el corporativismo afloren a la superficie para, una vez divididos los empleados, aplastarles con la bota de la decisión unilateral disfrazada de negociación.
Lamentablemente, los representantes legítimos de estos trabajadores han caído en la trampa tendida por el astuto Alcalde, y andan entregados al juego de recortar a los demás lo que para mí no quiero.
Y mientras tanto la agenda del Notario sigue su curso, hará lo que le dé la gana y en el momento que le dé la gana, sobre todo una vez garantizada la nula lucha trabajadora contra sus propósitos.
No reducirá los cargos de confianza, engañará a los ciudadanos con el pretendido ahorro provocado por el fomento de negocios privados en servicios públicos -aquel eufemismo denominado externalización- y profundizará en el déficit asistencial del Ayuntamiento justo en los momentos en que éste es más necesario.
Y, por si fuera poco, seguirá fomentando las joyas de la corona de cualquier gobierno populista que se precie. A la mejor manera de los gobiernos del GIL seguirá privilegiando a la Policía Local más allá de cualquier razonamiento y persistirá en la manipulación informativa de una televisión pública gobernada por dos cargos políticos que a cuerpo de rey proclaman a los cuatro vientos la voz de su amo.
Y todo esto pasará mientras los trabajadores tragan carros y carretas. Asustados, avergonzados muchos de ellos por la forma en la que accedieron al puesto de trabajo, lamiendo traseros implorando que la china le toque al de al lado, dejando la poca dignidad que les queda colgada en la puerta antes de entrar a su puesto de trabajo. Divididos y vencidos.
Obligando a los trabajadores a la imposible tarea de reducir el gasto municipal con el que está lastrado el ayuntamiento el Notario consigue que las miserias, la insolidaridad y el corporativismo afloren a la superficie para, una vez divididos los empleados, aplastarles con la bota de la decisión unilateral disfrazada de negociación.
Lamentablemente, los representantes legítimos de estos trabajadores han caído en la trampa tendida por el astuto Alcalde, y andan entregados al juego de recortar a los demás lo que para mí no quiero.
Y mientras tanto la agenda del Notario sigue su curso, hará lo que le dé la gana y en el momento que le dé la gana, sobre todo una vez garantizada la nula lucha trabajadora contra sus propósitos.
No reducirá los cargos de confianza, engañará a los ciudadanos con el pretendido ahorro provocado por el fomento de negocios privados en servicios públicos -aquel eufemismo denominado externalización- y profundizará en el déficit asistencial del Ayuntamiento justo en los momentos en que éste es más necesario.
Y, por si fuera poco, seguirá fomentando las joyas de la corona de cualquier gobierno populista que se precie. A la mejor manera de los gobiernos del GIL seguirá privilegiando a la Policía Local más allá de cualquier razonamiento y persistirá en la manipulación informativa de una televisión pública gobernada por dos cargos políticos que a cuerpo de rey proclaman a los cuatro vientos la voz de su amo.
Y todo esto pasará mientras los trabajadores tragan carros y carretas. Asustados, avergonzados muchos de ellos por la forma en la que accedieron al puesto de trabajo, lamiendo traseros implorando que la china le toque al de al lado, dejando la poca dignidad que les queda colgada en la puerta antes de entrar a su puesto de trabajo. Divididos y vencidos.
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