La visita que la primera dama mundial y su hija han hecho a nuestra comarca ha destapado en todos los medios de comunicación y en los representantes políticos más cercanos una afición a la información “rosa” con momentos francamente hilarantes.
No cabe duda que el que la esposa del Presidente de los EE.UU, el imperio, haya decidido visitar nuestra maravillosa tierra es noticiable. Merece la pena que los aspectos colaterales políticos y económicos de la visita sean conocidos y analizados debidamente. Sin embargo, más allá de todo eso hemos visto como los periódicos más sesudos y los analistas más rigurosos discuten sobre aspectos tan banales como el color del vestido que lleva puesto la “Presidenta” o los helados que comió su hija pequeña.
Por parte de la Prensa española se ha tratado el asunto como la visita de una reina consorte en el país más monárquico del mundo. Una mujer sin duda extraordinaria pero que nos llega con el exclusivo mérito personal de ser esposa del Sr. Obama, que sí que puede considerarse el personaje más relevante de lo que llevamos de siglo.
En un país que debería estar empeñado en superar los prejuicios de sexo parece un paso atrás en la lucha por la igualdad el destacar a una mujer por su matrimonio o su maternidad. Y en este sentido, la Prensa española ha caído de lleno en el papanatismo más zafio, compitiendo con la telebasura reinante en plano de igualdad, colocando al mismo nivel a Shasha Obama y Andreíta Esteban.
Aunque no hay que extrañarse de lo que hacen los medios buscando rentabilidad comercial cuando por parte de los dirigentes de la zona, nuestros líderes más preclaros, se empeñaron en una burda batalla por adjudicarse territorialmente una decisión que se tomó en Washington sin tener en cuenta si el Guadalmina corría en un término municipal u otro. El espectáculo de carteles, banderolas, declaraciones engoladas y ganas de ser recibidos personalmente por la Emperatriz Michelle resulta hilarante y ridículo. A pesar de todos ellos, seguro que las ilustres turistas han disfrutado con nosotros.
No cabe duda que el que la esposa del Presidente de los EE.UU, el imperio, haya decidido visitar nuestra maravillosa tierra es noticiable. Merece la pena que los aspectos colaterales políticos y económicos de la visita sean conocidos y analizados debidamente. Sin embargo, más allá de todo eso hemos visto como los periódicos más sesudos y los analistas más rigurosos discuten sobre aspectos tan banales como el color del vestido que lleva puesto la “Presidenta” o los helados que comió su hija pequeña.
Por parte de la Prensa española se ha tratado el asunto como la visita de una reina consorte en el país más monárquico del mundo. Una mujer sin duda extraordinaria pero que nos llega con el exclusivo mérito personal de ser esposa del Sr. Obama, que sí que puede considerarse el personaje más relevante de lo que llevamos de siglo.
En un país que debería estar empeñado en superar los prejuicios de sexo parece un paso atrás en la lucha por la igualdad el destacar a una mujer por su matrimonio o su maternidad. Y en este sentido, la Prensa española ha caído de lleno en el papanatismo más zafio, compitiendo con la telebasura reinante en plano de igualdad, colocando al mismo nivel a Shasha Obama y Andreíta Esteban.
Aunque no hay que extrañarse de lo que hacen los medios buscando rentabilidad comercial cuando por parte de los dirigentes de la zona, nuestros líderes más preclaros, se empeñaron en una burda batalla por adjudicarse territorialmente una decisión que se tomó en Washington sin tener en cuenta si el Guadalmina corría en un término municipal u otro. El espectáculo de carteles, banderolas, declaraciones engoladas y ganas de ser recibidos personalmente por la Emperatriz Michelle resulta hilarante y ridículo. A pesar de todos ellos, seguro que las ilustres turistas han disfrutado con nosotros.
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