Aunque no está asumido por la población ni por los mandatarios, jamás nuestra Costa volverá a ser “lo que era”. Cuando digo esto me refiero a que está finiquitado para siempre el falso “paraíso” de la construcción galopante que generaba ingresos multimillonarios para promotores, especuladores varios y políticos avispados y que al tiempo repartía algunas migajas a las administraciones locales y también generosos sueldos, aparentemente, a profesionales de oficios como la albañilería, carpintería o electricidad.
Acabado el sueño del interminable paisaje de grúas y la procesión de camiones bañera cargados de áridos por carreteras y remotos caminos, llega el momento de replantearse el futuro para los perjudicados de la anterior situación. A mí me parece que las víctimas de la crisis no son ni los bancos que prometieron y prestaron el oro y el moro, ni los promotores que han desplazado sus capitales a futuros paraísos de la especulación ni los políticos sobre los que pende, afortunadamente, la espada de la justicia.
Los damnificados hemos sido todos los ciudadanos de a pie que ahora sufrimos el desempleo, la carencia de servicios sociales y una estructura económica que hay que cambiar de manera inmediata.
Es el momento de promover cambios legislativos que dejen de beneficiar al depredador del territorio, que no contemple absurdas cuotas de V.P.O cuando el parque de vivienda vacía es inasumible por un mercado inexistente fruto de anteriores excesos. Las propuestas deben ir por la recalificación obligatoria de la vivienda de renta libre y por el apoyo a fórmulas cooperativas de trabajadores que permitan su reclasificación desde la obra nueva a la reforma y adaptación progresiva de los edificios actuales a nuevos estándares de aprovechamiento y eficiencia energética.
Desde Los Verdes exigimos una vuelta de tuerca que permita la recolocación progresiva de los trabajadores y la utilización eficaz de los fondos públicos en pos de políticas sostenibles. Aunque estas medidas no sean del agrado de los apóstoles del hormigón y la corrupción urbanística.
Acabado el sueño del interminable paisaje de grúas y la procesión de camiones bañera cargados de áridos por carreteras y remotos caminos, llega el momento de replantearse el futuro para los perjudicados de la anterior situación. A mí me parece que las víctimas de la crisis no son ni los bancos que prometieron y prestaron el oro y el moro, ni los promotores que han desplazado sus capitales a futuros paraísos de la especulación ni los políticos sobre los que pende, afortunadamente, la espada de la justicia.
Los damnificados hemos sido todos los ciudadanos de a pie que ahora sufrimos el desempleo, la carencia de servicios sociales y una estructura económica que hay que cambiar de manera inmediata.
Es el momento de promover cambios legislativos que dejen de beneficiar al depredador del territorio, que no contemple absurdas cuotas de V.P.O cuando el parque de vivienda vacía es inasumible por un mercado inexistente fruto de anteriores excesos. Las propuestas deben ir por la recalificación obligatoria de la vivienda de renta libre y por el apoyo a fórmulas cooperativas de trabajadores que permitan su reclasificación desde la obra nueva a la reforma y adaptación progresiva de los edificios actuales a nuevos estándares de aprovechamiento y eficiencia energética.
Desde Los Verdes exigimos una vuelta de tuerca que permita la recolocación progresiva de los trabajadores y la utilización eficaz de los fondos públicos en pos de políticas sostenibles. Aunque estas medidas no sean del agrado de los apóstoles del hormigón y la corrupción urbanística.
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