Aunque no es la primera vez que nos pasa, y sin ánimo alguno de crear
alarmismos, sería de ilusos negar que la situación geopolítica internacional
camina firme y decididamente hacia la superación de la supuesta balsa de aceite
en la que navegaba el mundo occidental.
No quiero, ni puedo ni debo,
elucubrar sobre cuál va a ser el futuro, aunque se presenta bastante negro si
seguimos confiando en la política de guerra que se impone desde los Estados
Unidos y esos gobiernos aliados entre los que el nuestro se encuentra.
Sin embargo, sí que me puedo permitir hacer notar algunas obviedades en
lo que a nuestro pueblecito se refiere. Primero, como en toda Europa en Estepona
estamos obligados a no movernos ni un milímetro de la defensa de la igualdad de
todas las personas y por tanto del multiculturalismo como principio positivo,
que nos aleja del militarismo, la xenofobia, el nacionalismo y el odio racial.
Luego, y de manera obligada, el análisis de la situación económica
también nos obliga a reafirmarnos en unos principios que parecen tan de
Perogrullo como los anteriores. Como ellos, están constantemente puestos en duda
por unos gobernantes empeñados en repetir los mismos esquemas. Deberíamos saber
que repitiendo una receta, lo lógico es obtener los mismos resultados.
Así, y simplificando, impelo a nuestros vecinos y a sus gobernantes a
dar por finiquitado el modelo de vida basado en el consumo de combustibles
fósiles sin límite y de manera asociada la economía del turismo residencial.
Tienen que saber que no hay petróleo para mucho tiempo, y las guerras
actuales casi ni se justifican por un botín que será escaso y poco duradero.
Como tampoco hay alternativas tecnológicas para el desplazamiento de mercancías
y personas que cada vez serán más caros y más difíciles.
La economía
del turismo residencial, asociada al sol, la playa, la construcción y los viajes
en avión, jamás volverá tal y como la hemos conocido. Cabría decir que
afortunadamente, pues puede que sea la única forma en la que nos veamos
obligados a cambiar de verdad nuestro modelo productivo.
Hay que decir
que ya estaba herida de muerte, pero puede que el incremento de las acciones
militares en el mundo sea la puntilla que se necesitaba para acabar con un
sector que dejó en nuestra zona algunos millonarios, cientos de políticos
corruptos y una masa trabajadora empobrecida y endeudada hasta las cejas,
engañada por los que vendieron la burbuja inmobiliaria como algo que jamás
dejaría de crecer.
Por eso, y conocedores como son de la reciente
historia, resulta desesperanzador oír a nuestros políticos hablar de la
actividad urbanística como generadora de ingresos y riqueza. Y es habitual que
ese discurso sea compartido por casi todo el “arco ideológico”, si tal concepto
existiese en un mundo de discurso único neoliberal. Este viernes el portavoz del
PSOE de Marbella el que defendía el crecimiento de la ciudad en base a las
“inversiones” del sector inmobiliario, pero es habitual el mismo mensaje en los
miembros del PP y, de forma incomprensible, incluso entre los denominados nuevos
partidos o los de la izquierda clásica.
Quedan pocas opciones salvo la
potenciación del sector primario y sus valores únicos, y solo podremos dejar
margen a la industria de transformación agropecuaria de producción comarcal y a
un turismo alejado de la masificación. No queda más que ponerse las pilas en
fomentar el uso de las energías renovables, que cada vez nos haga menos
dependientes de los combustibles fósiles y por tanto del exterior. Aunque no
basta con eso, sabemos que no se trata de cambiar coches de gasolina por otros
eléctricos, sino que eso implicará la reducción drástica del uso de los coches
tal y como ahora lo conocemos.
Y el de los coches es solo un ejemplo,
extensible al resto de maquinarias, productos químicos y demás objetos diarios.
En el mundo que nos llega, no será una opción practicar otra agricultura,
ganadería y pesca que no sean ecológicas, pues la obtención de los actuales
fertilizantes y pesticidas se verá limitada por la misma limitación energética
que el resto de productos actuales.
No estamos todavía en esos parámetros,
pero sí que conviene ponerse manos a la obra en la defensa de nuestro medio
natural, olvidando el crecimiento y pensando cuántas futilidades tendremos que
eliminar para seguir subsistiendo. Lo primero a tirar por la ventana es la
percepción de la inmutabilidad del sistema, capitalista, depredador y opresivo.
Otro mundo es posible, y es nuestra obligación pelear por él allá donde nos
toca. A nosotros, en Estepona.