Leyendo la entrevista que este periódico realizó la semana pasada al cesado
director del Sierra Bermeja, José López, he revivido las mismas sensaciones que
siempre me han producido declaraciones parecidas de otros personajes de su
cuerda ética y política cuando han sido pillados con el carrito del helado.
Así, y salvando las distancias, todavía es posible oír a Mario Conde argumentando ante el que quiera prestarle atención que “lo suyo” fue una persecución, una conspiración de sus enemigos. Esos que se creó por ser tan buena persona, y que la condena del Tribunal Supremo es un episodio conspirativo más y no la demostración de su condición de vulgar ratero.
También cuestionando las sentencias del mismo alto Tribunal, en Estepona tenemos un caso muy relacionado con el personaje que hoy nos ocupa. José Ignacio Crespo, concejal del GILcomo Pepe López –hoy ex preso preventivo pendiente del caso Astapa– negaba y perjuraba que hubiese cometido ninguna incorrección pese a que el Supremo le condenó como responsable directo de daños cometidos contra nuestro municipio, Estepona.
En la entrevista de este periódico Pepe López niega hasta lo más evidente. Al parecer, que la autoridad educativa le cese de su puesto de director de colegio no se debe a un asunto docente, sino a una persecución política sin base alguna y dirigida por los de siempre, “el enemigo”.
Con la misma desfachatez que Conde o Crespo, López, se auto exculpa negando a la decisión tomada por la Junta de Andalucía el mínimo fundamento profesional. Todo es inventado, es una persecución política.
Pues bien, asumiré que –como rojiverde– soy uno de los que quería verle fuera de la dirección. Porque López, El Facha, es un facha de los de toda la vida, de los de OJE y Falange franquistas. Los rojillos no le tragamos por esa condición. Así, nos molesta que discrimine a los niños que no asisten a clase de religión. Como el calendario ultracatólico al que somete a toda la comunidad educativa, convirtiendo su centro en un “rosario” de festividades religiosas que deberían ser privadas, propias de la secta a la que pertenece, alejadas de las escuelas por ser ajenas al conocimiento, a la ciencia y a la conciencia crítica, imprescindible para el crecimiento personal de los niños.
Pero créanme, lo peor no es eso, sino la hipocresía y demagogia que estos personajes suelen desplegar y con la que pretenden conseguir el apoyo de la población. Así, tanto Conde, como Crespo, como López, El Facha, reafirman una supuesta condición piadosa en público mientras pretenden que olvidemos cuál es su comportamiento privado.
Vuelvo aquí, porque es obligado, a las sentencias del Tribunal Supremo que condenaban al Sr. Crespo a devolver un millón de euros a nuestro Ayuntamiento. En esos documentos se declaraban como pagos indebidos los correspondientes a unos denominados “Comités de Coordinación”. Unos pagos, con dinero público, que beneficiaban a diversos cargos del GIL con 50.000 pesetas por unas reuniones inexistentes pese a que devengaban derechos hasta nueve veces en la misma mañana. 9 veces por 50.000 pesetas de la época.
¿Saben quién fue uno de los que cobró aquellas jugosas cantidades? ¿Creen ustedes que las dedicó a beneficencia? Conociendo de primera mano esos datos, no me extraña un ápice que todo lo sufrido por Pepe López sea, como él dice, cosa de una familia. Esa a la que pertenecían los monitores que cobraban por el trabajo que hacían los niños en el comedor. O la que utilizaba las instalaciones del colegio como si fuesen suyas. Su familia, la de López, El Facha.
Así, y salvando las distancias, todavía es posible oír a Mario Conde argumentando ante el que quiera prestarle atención que “lo suyo” fue una persecución, una conspiración de sus enemigos. Esos que se creó por ser tan buena persona, y que la condena del Tribunal Supremo es un episodio conspirativo más y no la demostración de su condición de vulgar ratero.
También cuestionando las sentencias del mismo alto Tribunal, en Estepona tenemos un caso muy relacionado con el personaje que hoy nos ocupa. José Ignacio Crespo, concejal del GILcomo Pepe López –hoy ex preso preventivo pendiente del caso Astapa– negaba y perjuraba que hubiese cometido ninguna incorrección pese a que el Supremo le condenó como responsable directo de daños cometidos contra nuestro municipio, Estepona.
En la entrevista de este periódico Pepe López niega hasta lo más evidente. Al parecer, que la autoridad educativa le cese de su puesto de director de colegio no se debe a un asunto docente, sino a una persecución política sin base alguna y dirigida por los de siempre, “el enemigo”.
Con la misma desfachatez que Conde o Crespo, López, se auto exculpa negando a la decisión tomada por la Junta de Andalucía el mínimo fundamento profesional. Todo es inventado, es una persecución política.
Pues bien, asumiré que –como rojiverde– soy uno de los que quería verle fuera de la dirección. Porque López, El Facha, es un facha de los de toda la vida, de los de OJE y Falange franquistas. Los rojillos no le tragamos por esa condición. Así, nos molesta que discrimine a los niños que no asisten a clase de religión. Como el calendario ultracatólico al que somete a toda la comunidad educativa, convirtiendo su centro en un “rosario” de festividades religiosas que deberían ser privadas, propias de la secta a la que pertenece, alejadas de las escuelas por ser ajenas al conocimiento, a la ciencia y a la conciencia crítica, imprescindible para el crecimiento personal de los niños.
Pero créanme, lo peor no es eso, sino la hipocresía y demagogia que estos personajes suelen desplegar y con la que pretenden conseguir el apoyo de la población. Así, tanto Conde, como Crespo, como López, El Facha, reafirman una supuesta condición piadosa en público mientras pretenden que olvidemos cuál es su comportamiento privado.
Vuelvo aquí, porque es obligado, a las sentencias del Tribunal Supremo que condenaban al Sr. Crespo a devolver un millón de euros a nuestro Ayuntamiento. En esos documentos se declaraban como pagos indebidos los correspondientes a unos denominados “Comités de Coordinación”. Unos pagos, con dinero público, que beneficiaban a diversos cargos del GIL con 50.000 pesetas por unas reuniones inexistentes pese a que devengaban derechos hasta nueve veces en la misma mañana. 9 veces por 50.000 pesetas de la época.
¿Saben quién fue uno de los que cobró aquellas jugosas cantidades? ¿Creen ustedes que las dedicó a beneficencia? Conociendo de primera mano esos datos, no me extraña un ápice que todo lo sufrido por Pepe López sea, como él dice, cosa de una familia. Esa a la que pertenecían los monitores que cobraban por el trabajo que hacían los niños en el comedor. O la que utilizaba las instalaciones del colegio como si fuesen suyas. Su familia, la de López, El Facha.
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