Que Luis García Berlanga fue fiel notario de nuestra hilarante realidad no hay quien lo dude. Su humor ácido, exagerando de forma ligera las situaciones, no conseguía convertir en ficción sus historias sino, todo lo contrario, retratar a nuestros convecinos de forma impecable, más que realista. Y es que hay que asumirlo, hay cada españolito que es para descojonarse.
Estas últimas semanas hemos sido testigos de cómo se indulta a banqueros, los fiscales apoyan a los corruptos y persiguen a pobres diablos encarcelados por robar una gallina. Los miembros del PPSOE se arrojan mutuamente terribles casos de corrupción sin sonrojarse. Las más altas jerarquías del Estado se van, con fondos públicos, de putas a África o de putos a Marbella, que de todo ha habido. Y por si fuera poco, una gran parte de los ciudadanos piensan seguir votando al PP o al PSOE ¿No es para reírse?
En nuestra costa tampoco somos inmunes a ese delirio nacional que supone el convivir cotidianamente con el esperpento. Ha sido curioso oír esta semana a líderes del PP quejándose de Izquierda Unida por supuesta inacción en el caso Manilva, sin siquiera recordar lo que ellos llevan encima en Madrid, Valencia o el propio Gobierno del Estado, que se tambalea abrumado por el caso Gürtel. Y lo que queda, si se le suelta la lengua al preso preventivo Bárcenas.
En nuestro país no hay institución que resista el cachondeo y el descrédito. Ni el poderosísimo ordenador de la Agencia Tributaria ha escapado a las risas, justificadas, de los ciudadanos. Dudar sobre si la pata la metieron los hasta ahora reputados como poseedores de la verdad absoluta, también conocidos como Notarios y Registradores, o fue el infalible cerebro del fisco el que nos la quería meter doblada puede ser la comedia chusca de este verano.
Y no les van a la zaga los chicos de la Policía Nacional y la Guardia Civil. Ambas instituciones, herederas directas de la época de Franco –por heredar también los instructores y mandos de los cuerpos policiales de la dictadura– no hacen más que cubrir su expediente con meteduras de pata dignas de figurar en cualquier guión del Gran Berlanga.
Hace muy pocos días la Subdelegación del Gobierno en Sevilla sancionó a varios militantes del SAT por participar en la ocupación de la finca de Las Turquillas. Los informes necesarios para esas denuncias partían, cosa lógica, de los citados cuerpos de seguridad. Pues bien, entre los sancionados se encontraba un sindicalista que durante los hechos estaba a cientos de kilómetros, en Granada. Portando una pancarta en otro acto del sindicato y tomando la palabra en el mismo.
Que los cuerpos policiales del Estado Español participen de la estrategia del gobierno popular de cercenar la libertad sindical y política es hasta comprensible. Son así, está en el ADN antidemocrático que les impregna. Pero quizá sería exigible un poquito de rigor ¿no? Señores de la pulisía, apatrulladores nuestros, multen solo a los que pillen, hombre, no hagan más el ridículo.
Risibles personajes de la Escopeta Nacional, esos policías que desprecian las libertades civiles y los derechos humanos deberían quedar, sepultados para siempre, en los guiones de Torrente o García Berlanga, aunque persisten, junto con las otras infectas instituciones del Estado, en dirigir nuestras vidas.
1 comentario:
calla que el otro día estaba pegando cartelitos en las farolas y los locales me dijeron que eso no se podía hacer... es que los cartelitos en las farolas dañan la imagen de nuestro queridísimo pueblo... claro, campeón
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