Se celebra esta semana, como cada año, nuestra peculiar semana de feria. Ya
saben, debemos ser el único municipio de todo el Estado en el que la feria no
cuenta con ningún día no laborable. “Feriados” se llaman también, y así se
explican muchas cosas.
Pero en Estepona nuestro querido Notario ha pretendido hacer aún más original nuestra feria sin día de fiesta. Este año los fuegos artificiales se tiraron el martes, facilitando así que los cada vez más numerosos esteponeros sin trabajo los disfrutasen junto a los escasos turistas que han llegado. Es cierto que lo del martes ha impedido que los vean aquellos afortunados con horario laboral, aunque eso cuadra con su estrategia de molestar al mayor número de vecinos. Y, en esa línea, se situó ese escenario hortera a más no poder en plena calle para celebrar la tradicionalmente hortera y sexista coronación de las “reinas de las fiestas”. Objetivo conseguido, al colapsar una de las vías de mayor circulación de la localidad propició que casi todos los residentes y nuestros visitantes percibiesen que “algo” estaba pasando en el pueblo. Continuando con su labor de puteo al personal, los trabajadores de la administración local han vuelto a ver como sus derechos adquiridos siguen siendo pisoteados, y la reducción de jornada laboral que en casi todos los convenios colectivos se contempla ha desaparecido como otras muchas conquistas laborales. Suponemos que para dejar claro quién manda, porque dudo mucho que haya conseguido con esa medida más que cabrear a sus empleados, casi súbditos ahora.
Aunque todo eso son tonterías cuando hablamos de la gran realidad. La feria llega otro año, cada año un poco más, a un pueblo en el que la convivencia se vuelve cada día más difícil, la necesidad acucia a más familias y que cada vez son menos los que pueden disponer de aquellos cientos de euros gastados alegremente en la diversión que suponía la feria.
No soy un nostálgico del despilfarro que las familias hacían en las casetas o la feria de día, pero sí que causa tristeza el que la mitad de nuestros vecinos –muchos en paro y agotadas las prestaciones y subsidios– no puedan ni tomar una cerveza o, mucho peor, pasear a sus hijos pequeños en los cacharritos.
Nada más lejos de aquellas épocas, esta semana conocíamos del desalojo de una de las viviendas municipales de Santo Tomás de Aquino porque el ocupante no ha podido pagar el precio que nuestro Ayuntamiento quiere. También el caso de Carolina y su familia, esperando su inminente desahucio, o el de la familia que ayer se encontró con que la única solución que propone nuestro Ayuntamiento es la de separar a los padres de los hijos y obligarlos a la mendicidad disfrazada de caridad.
Nuestro municipio se muere mientras los gobernantes actuales, y los que pretenden llegar a serlo, no ven más allá de sus patéticas narices. E insisten en prometernos el oro y el moro de la construcción, los grandes centros comerciales y los fantasmales inversores como la solución inminente que nos arrojará de nuevo a gastar lo que no tenemos en alcohol y ropa.
Mientras nos miente, nuestro Notario presidirá alegremente el sacrificio de seis bellos animales, seis, ignorante de todo salvo de su propio bienestar, sonriente junto a señoritas pintadas de rubio y vestidas a topos. Contento del señorito sevillano que cree ser.
Pero en Estepona nuestro querido Notario ha pretendido hacer aún más original nuestra feria sin día de fiesta. Este año los fuegos artificiales se tiraron el martes, facilitando así que los cada vez más numerosos esteponeros sin trabajo los disfrutasen junto a los escasos turistas que han llegado. Es cierto que lo del martes ha impedido que los vean aquellos afortunados con horario laboral, aunque eso cuadra con su estrategia de molestar al mayor número de vecinos. Y, en esa línea, se situó ese escenario hortera a más no poder en plena calle para celebrar la tradicionalmente hortera y sexista coronación de las “reinas de las fiestas”. Objetivo conseguido, al colapsar una de las vías de mayor circulación de la localidad propició que casi todos los residentes y nuestros visitantes percibiesen que “algo” estaba pasando en el pueblo. Continuando con su labor de puteo al personal, los trabajadores de la administración local han vuelto a ver como sus derechos adquiridos siguen siendo pisoteados, y la reducción de jornada laboral que en casi todos los convenios colectivos se contempla ha desaparecido como otras muchas conquistas laborales. Suponemos que para dejar claro quién manda, porque dudo mucho que haya conseguido con esa medida más que cabrear a sus empleados, casi súbditos ahora.
Aunque todo eso son tonterías cuando hablamos de la gran realidad. La feria llega otro año, cada año un poco más, a un pueblo en el que la convivencia se vuelve cada día más difícil, la necesidad acucia a más familias y que cada vez son menos los que pueden disponer de aquellos cientos de euros gastados alegremente en la diversión que suponía la feria.
No soy un nostálgico del despilfarro que las familias hacían en las casetas o la feria de día, pero sí que causa tristeza el que la mitad de nuestros vecinos –muchos en paro y agotadas las prestaciones y subsidios– no puedan ni tomar una cerveza o, mucho peor, pasear a sus hijos pequeños en los cacharritos.
Nada más lejos de aquellas épocas, esta semana conocíamos del desalojo de una de las viviendas municipales de Santo Tomás de Aquino porque el ocupante no ha podido pagar el precio que nuestro Ayuntamiento quiere. También el caso de Carolina y su familia, esperando su inminente desahucio, o el de la familia que ayer se encontró con que la única solución que propone nuestro Ayuntamiento es la de separar a los padres de los hijos y obligarlos a la mendicidad disfrazada de caridad.
Nuestro municipio se muere mientras los gobernantes actuales, y los que pretenden llegar a serlo, no ven más allá de sus patéticas narices. E insisten en prometernos el oro y el moro de la construcción, los grandes centros comerciales y los fantasmales inversores como la solución inminente que nos arrojará de nuevo a gastar lo que no tenemos en alcohol y ropa.
Mientras nos miente, nuestro Notario presidirá alegremente el sacrificio de seis bellos animales, seis, ignorante de todo salvo de su propio bienestar, sonriente junto a señoritas pintadas de rubio y vestidas a topos. Contento del señorito sevillano que cree ser.
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