Esta semana un amigo –uno de los represaliados del ERE del Ayuntamiento de
Estepona– me decía “Oye, acabo de presenciar en la calle Real una escena de
película. No sé si ‘Bienvenido Mr. Marshall’, pero en todo caso de cine
producido en pleno franquismo. Por la caspa diría que más que de Berlanga
parecía del tipo ‘Marcelino, pan y vino’ o ‘Sor Citroën’ ”.
La escena en cuestión la protagonizaba el numeroso séquito que acompañaba tanto al Obispo católico de Málaga como al Alcalde de Estepona. Alcalde católico también, supongo, que ya se sabe que se puede profesar tan piadosa fe aunque se tengan fábricas de armas o se violen críos. Así que nuestro alcalde no habrá sido excomulgado simplemente por tener un hotel de esos que llaman de “ambiente liberal”.
Pero a lo que íbamos, la escolta de ambos personajes se componía de muchas chaquetas, bastantes alzacuellos que en procesión y debidamente protegidos por las fuerzas de los de orden acudían a formalizar ante notario –no el “nuestro” sino otro– la operación que sepultaba de nuevo la Herencia Nadal Guerrero y dejaba preparado el terreno para la última gran operación especulativa en la localidad.
Perdón, cuando dije terreno preparado me refería a “terrenos”, ya que en la jugada cuentan tanto la parcela de calle Terraza como otras en el extrarradio y alguna en el Polígono. Todo un negociazo que se cierra entre amigos, correligionarios y camaradas y puede que solo a falta de un inversor que termine de convertir en dinero las parcelas que ahora se adjudican a la Cooperativa Agrícola.
Por cierto, y por si a alguien se le escapa, en nuestra costa –la Costa Nostra que decía el dirigente comunista Antonio Romero– cuando hablamos de inversor puede que estemos utilizando un eufemismo cariñoso que suele esconder en realidad a un narcotraficante, un mafioso o un dictador. Pueden ser de nacionalidad española, rusa, árabe o italiana pero más allá del lugar de nacimiento comparten entre ellos y con los mandatarios locales la afición a explotar a los trabajadores de cualquier sitio en el que pongan el punto de mira.
Una vez más, el poder político local se aliaba con la institución católica para esquilmar el legado Nadal Guerrero. Legado que algunos ilusos creyeron para el pueblo de Estepona y que aparentemente fue instituido por unas reputadas como bellísimas y bienintencionadas personas. Obviando, u ocultando, que la historia nos recuerda también que uno de ellos era el Camisa Vieja José Nadal, uno de los primeros carnets de Falange en Estepona, y que el beaterio de Antonia Guerrero la hacían fácil objeto de rapiña para la bimilenaria institución. Ya saben, especializada en apoderarse del patrimonio de esas pobres mujeres ricas que, por quedar solteras, la educación nacional-católica convertía en víctimas propiciatorias.
Cabe decir, por tanto, que los herederos intelectuales de aquellos legatarios –la extrema derecha nacional y lo más ultra de la Iglesia Católica– han hecho lo que se esperaba de ellos: Se han repartido la pasta. Han contado con la ayuda, también habitual, de la populista socialdemocracia esteponera, que hoy se rasga las vestiduras pero hace poco más de dos años facilitaba la cesión de terrenos para la construcción de un centro de adoctrinamiento disfrazado de colegio, el Juan XXIII.
Alguien dijo que la iglesia más luminosa es la que arde. Se equivocaba, para rebatirlo basta con visitar la Iglesia de la Encarnación en Casares hoy reconvertida en Centro Cultural. Pero ¿a que el valor metafórico de la frase sigue vigente?
La escena en cuestión la protagonizaba el numeroso séquito que acompañaba tanto al Obispo católico de Málaga como al Alcalde de Estepona. Alcalde católico también, supongo, que ya se sabe que se puede profesar tan piadosa fe aunque se tengan fábricas de armas o se violen críos. Así que nuestro alcalde no habrá sido excomulgado simplemente por tener un hotel de esos que llaman de “ambiente liberal”.
Pero a lo que íbamos, la escolta de ambos personajes se componía de muchas chaquetas, bastantes alzacuellos que en procesión y debidamente protegidos por las fuerzas de los de orden acudían a formalizar ante notario –no el “nuestro” sino otro– la operación que sepultaba de nuevo la Herencia Nadal Guerrero y dejaba preparado el terreno para la última gran operación especulativa en la localidad.
Perdón, cuando dije terreno preparado me refería a “terrenos”, ya que en la jugada cuentan tanto la parcela de calle Terraza como otras en el extrarradio y alguna en el Polígono. Todo un negociazo que se cierra entre amigos, correligionarios y camaradas y puede que solo a falta de un inversor que termine de convertir en dinero las parcelas que ahora se adjudican a la Cooperativa Agrícola.
Por cierto, y por si a alguien se le escapa, en nuestra costa –la Costa Nostra que decía el dirigente comunista Antonio Romero– cuando hablamos de inversor puede que estemos utilizando un eufemismo cariñoso que suele esconder en realidad a un narcotraficante, un mafioso o un dictador. Pueden ser de nacionalidad española, rusa, árabe o italiana pero más allá del lugar de nacimiento comparten entre ellos y con los mandatarios locales la afición a explotar a los trabajadores de cualquier sitio en el que pongan el punto de mira.
Una vez más, el poder político local se aliaba con la institución católica para esquilmar el legado Nadal Guerrero. Legado que algunos ilusos creyeron para el pueblo de Estepona y que aparentemente fue instituido por unas reputadas como bellísimas y bienintencionadas personas. Obviando, u ocultando, que la historia nos recuerda también que uno de ellos era el Camisa Vieja José Nadal, uno de los primeros carnets de Falange en Estepona, y que el beaterio de Antonia Guerrero la hacían fácil objeto de rapiña para la bimilenaria institución. Ya saben, especializada en apoderarse del patrimonio de esas pobres mujeres ricas que, por quedar solteras, la educación nacional-católica convertía en víctimas propiciatorias.
Cabe decir, por tanto, que los herederos intelectuales de aquellos legatarios –la extrema derecha nacional y lo más ultra de la Iglesia Católica– han hecho lo que se esperaba de ellos: Se han repartido la pasta. Han contado con la ayuda, también habitual, de la populista socialdemocracia esteponera, que hoy se rasga las vestiduras pero hace poco más de dos años facilitaba la cesión de terrenos para la construcción de un centro de adoctrinamiento disfrazado de colegio, el Juan XXIII.
Alguien dijo que la iglesia más luminosa es la que arde. Se equivocaba, para rebatirlo basta con visitar la Iglesia de la Encarnación en Casares hoy reconvertida en Centro Cultural. Pero ¿a que el valor metafórico de la frase sigue vigente?
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