Esta semana han casi coincidido en el tiempo la concesión a Estepona de diversas
“banderas” en base a los méritos que acumula nuestra querida administración
local. Por una parte, a nuestro querido Notario le tocó la “Bandera Verde” de la
FUCI, conseguida en exclusiva por su empeño personal y el de sus huestes de
aguerridos militantes.
Por otro lado, y con mérito compartido por ésta y anteriores corporaciones municipales, Ecologistas en Acción nos otorgaba sendas y tradicionales “Banderas Negras” para las playas de La Rada y El Cristo.
Atribuyo el mérito de la bandera verde al Alcalde porque cuando algo se compra es del que lo paga. Y en este caso, el premio comprado a la fantasmal Federación de Usuarios y Consumidores Independientes no puede pertenecer más que a aquel que lo ha pagado. Nos gustaría, eso sí, conocer el importe exacto y el origen de los fondos con los que se ha retribuido a la empresa que se presenta como asociación sin ánimo de lucro. Ya sabemos que el premio es una pantomima que nada tiene que ver con ningún trabajo “verde” digno de mención. Las campañas de concienciación “premiadas” suponen una burla en el conjunto de la nefasta gestión medioambiental del municipio.
Porque las otras banderas, las negras, están asignadas por una entidad que acredita trabajo, investigación, lucha e independencia –de la buena– desde hace muchos años en todo el país. Y nos ha vuelto a señalar como el municipio en el que la mierda corre libremente por el arroyo Calancha hasta la misma playa en la que se bañan nuestros vecinos y visitantes y es distribuida generosamente por la desembocadura de La Cala o los fondos de la Playa del Cristo. También, nos recuerda, que las tareas de regeneración de las playas son atentados contra los fondos marinos, en los que se llegan a construir auténticas canteras para extraer arenas que tan fácilmente se convierten en el molesto polvo que nos aqueja cada verano.
He decidido utilizar el españolísimo vocablo para evitar malinterpretaciones o equívocos respecto a los términos usados en el expediente de Ecologistas en Acción. Ellos, mucho más educados que yo, hablan de “aguas negras”, “vertidos residuales” o “vertidos y fangos que podrían resultar tóxicos”, es decir y simplificando para nuestros lectores, mierda.
Pero, tengo que reconocerlo, la repetida entrega de las banderas negras de los ecologistas se quedará en poco más que anecdótica tras el anuncio de la vuelta a Estepona del Sr. Bardají y su equipo de arquitectos. Para el que no le conozca, se trata del redactor de aquel anteproyecto de PGOU que pretendía construir más de veinte mil viviendas nuevas en el municipio –si fuesen para habitarlas, ¿ochenta mil personas más? –, aunque viene, dice el Notario, porque no queda más remedio. Según su lectura, la no revisión del PGOU provocaría el incumplimiento de los convenios urbanísticos firmados en base a aquella barbaridad pergeñada por el gobierno del social-ladrillismo del PSOE y los antiguos gilistas del PES.
Aprovechan estos depredadores para lanzar otra vez sobre nuestras cabezas la amenaza de la construcción como único recurso económico. Esta vez enmascarada de imperativo legal y como siempre preñada de promesas de empleo fácil. Puede que en esta ocasión los esteponeros veamos un poco más allá de escobas de oro y banderitas compradas.
Por otro lado, y con mérito compartido por ésta y anteriores corporaciones municipales, Ecologistas en Acción nos otorgaba sendas y tradicionales “Banderas Negras” para las playas de La Rada y El Cristo.
Atribuyo el mérito de la bandera verde al Alcalde porque cuando algo se compra es del que lo paga. Y en este caso, el premio comprado a la fantasmal Federación de Usuarios y Consumidores Independientes no puede pertenecer más que a aquel que lo ha pagado. Nos gustaría, eso sí, conocer el importe exacto y el origen de los fondos con los que se ha retribuido a la empresa que se presenta como asociación sin ánimo de lucro. Ya sabemos que el premio es una pantomima que nada tiene que ver con ningún trabajo “verde” digno de mención. Las campañas de concienciación “premiadas” suponen una burla en el conjunto de la nefasta gestión medioambiental del municipio.
Porque las otras banderas, las negras, están asignadas por una entidad que acredita trabajo, investigación, lucha e independencia –de la buena– desde hace muchos años en todo el país. Y nos ha vuelto a señalar como el municipio en el que la mierda corre libremente por el arroyo Calancha hasta la misma playa en la que se bañan nuestros vecinos y visitantes y es distribuida generosamente por la desembocadura de La Cala o los fondos de la Playa del Cristo. También, nos recuerda, que las tareas de regeneración de las playas son atentados contra los fondos marinos, en los que se llegan a construir auténticas canteras para extraer arenas que tan fácilmente se convierten en el molesto polvo que nos aqueja cada verano.
He decidido utilizar el españolísimo vocablo para evitar malinterpretaciones o equívocos respecto a los términos usados en el expediente de Ecologistas en Acción. Ellos, mucho más educados que yo, hablan de “aguas negras”, “vertidos residuales” o “vertidos y fangos que podrían resultar tóxicos”, es decir y simplificando para nuestros lectores, mierda.
Pero, tengo que reconocerlo, la repetida entrega de las banderas negras de los ecologistas se quedará en poco más que anecdótica tras el anuncio de la vuelta a Estepona del Sr. Bardají y su equipo de arquitectos. Para el que no le conozca, se trata del redactor de aquel anteproyecto de PGOU que pretendía construir más de veinte mil viviendas nuevas en el municipio –si fuesen para habitarlas, ¿ochenta mil personas más? –, aunque viene, dice el Notario, porque no queda más remedio. Según su lectura, la no revisión del PGOU provocaría el incumplimiento de los convenios urbanísticos firmados en base a aquella barbaridad pergeñada por el gobierno del social-ladrillismo del PSOE y los antiguos gilistas del PES.
Aprovechan estos depredadores para lanzar otra vez sobre nuestras cabezas la amenaza de la construcción como único recurso económico. Esta vez enmascarada de imperativo legal y como siempre preñada de promesas de empleo fácil. Puede que en esta ocasión los esteponeros veamos un poco más allá de escobas de oro y banderitas compradas.
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