Llegué tarde al pleno de esta semana y me perdí las palabras que el concejal Rodríguez dirigió, de forma impropia según el criterio del Notario, al alcalde de Estepona.
El Notario, aquel que basó su campaña en un alias como si fuese un torero, un artista de varietés o un delincuente de barrio marginal pedía a un concejal en el legítimo uso de la palabra que le tratase con respeto.
Lamento comunicarle al Notario que la dignidad no reside en el cargo, ni siquiera en la institución a la que representa. La dignidad reside en la persona y esa hay que ganársela cada minuto. Usted, Notario, la perdió hace tiempo convirtiendo a nuestro Ayuntamiento en un cortijo dominado a su antojo con formas de señorito andaluz.
Es vergonzosa la manera en la que se desarrollan los plenos municipales, en los que los concejales de la mayoría son gimnastas que levantan el brazo al dictado de la Jefatura y los de la oposición son reiteradamente menospreciados. Los debates son cercenados de forma maleducada, impropia que diría el Notario, y el acceso a la información es negado a los ediles, al público asistente y al conjunto de la población en general.
Ahora entendemos la nostalgia del Notario por alcaldes de la dictadura franquista. En realidad lo que añora es un régimen como aquel que permitiría no solo callar a la oposición, sino su eliminación política.
Esta, ciudadanos, es la forma de gobernar de un PP que reniega de la democracia y que pone en práctica el desprecio a la discrepancia política y al debate ideológico. Imponen el rodillo de los votos contra la lógica misma del proceso democrático y encima, con toda desfachatez, exigen determinado tratamiento.
Hace tiempo que decidí llamarle por su alias, ese que explotó durante la campaña electoral y me niego a cambiarle el tratamiento, Notario. Quizá cuando se convierta a la democracia y deje de ser el Jefe para ser nuestro representante se gane la dignidad de un nombre y unos apellidos. Mientras tanto solo merece un tratamiento tan respetuoso como el que entrega, y por ahora solo se ha ganado su propio alias, Notario.
El Notario, aquel que basó su campaña en un alias como si fuese un torero, un artista de varietés o un delincuente de barrio marginal pedía a un concejal en el legítimo uso de la palabra que le tratase con respeto.
Lamento comunicarle al Notario que la dignidad no reside en el cargo, ni siquiera en la institución a la que representa. La dignidad reside en la persona y esa hay que ganársela cada minuto. Usted, Notario, la perdió hace tiempo convirtiendo a nuestro Ayuntamiento en un cortijo dominado a su antojo con formas de señorito andaluz.
Es vergonzosa la manera en la que se desarrollan los plenos municipales, en los que los concejales de la mayoría son gimnastas que levantan el brazo al dictado de la Jefatura y los de la oposición son reiteradamente menospreciados. Los debates son cercenados de forma maleducada, impropia que diría el Notario, y el acceso a la información es negado a los ediles, al público asistente y al conjunto de la población en general.
Ahora entendemos la nostalgia del Notario por alcaldes de la dictadura franquista. En realidad lo que añora es un régimen como aquel que permitiría no solo callar a la oposición, sino su eliminación política.
Esta, ciudadanos, es la forma de gobernar de un PP que reniega de la democracia y que pone en práctica el desprecio a la discrepancia política y al debate ideológico. Imponen el rodillo de los votos contra la lógica misma del proceso democrático y encima, con toda desfachatez, exigen determinado tratamiento.
Hace tiempo que decidí llamarle por su alias, ese que explotó durante la campaña electoral y me niego a cambiarle el tratamiento, Notario. Quizá cuando se convierta a la democracia y deje de ser el Jefe para ser nuestro representante se gane la dignidad de un nombre y unos apellidos. Mientras tanto solo merece un tratamiento tan respetuoso como el que entrega, y por ahora solo se ha ganado su propio alias, Notario.
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