Sin querer enmendarle la plana al Notario, sabio reconocido por todos, hay que reconocerle poca vista tanto en el nombre que colocó a su consejo asesor como al perfil conjunto del grupo.
Sin diferenciar sexos en mi lenguaje, usando castellano tradicionalmente, tengo que decir que en el selecto grupo algunos sabios sí que hay, aunque también hay menos sabios, tan solo listos e incluso algún que otro listillo.
Unidos casi todos por la afiliación previa al derechista partido del Notario o a una encendida participación en su campaña electoral, en el caso de alguno que debería ser expulsado del partido al que dice pertenecer , el monocolor tono de las opiniones que salgan de los sabios debates no nos inspira ninguna esperanza respecto a los consejos finalmente emitidos y que me adelanto a profetizar: Respeto reverencial a la propiedad privada y a las leyes de los famosos mercados, fomento del amiguismo y, como es obvio, desprecio de las necesidades de los menos desfavorecidos junto con un absoluto desinterés por el entorno natural en que vivimos.
Reúna usted a un aguerrido grupo de la más rancia derecha, incluya a un miembro del clero y a un boticario y solo le faltará el sargento de la guardia civil para recrear las reuniones que durante la España fascista del General Franco se desarrollaban en los casinos de cada pueblecito.
Que no digo yo que no sea legítimo añorar aquellos años que cimentaron muchas de las actuales fortunas y perpetuaron los privilegios sociales que, por ejemplo, mantienen los miembros de la Iglesia Católica, pero espero entiendan que me recorra por la espina dorsal un sudor frío ante la imagen dibujada.
Y eso que la realidad puede superar incluso a la peor de las pesadillas. Nuestros derechistas amigos están tramando junto con la Iglesia ceder gratuitamente terreno público para que uno de los rentables negocios de esa institución, la educación privada y sectaria, se implante en la localidad. Y si me molesta porque sí, me indigna que se haga con recursos públicos. Aunque lo parezcamos, los demás no somos sabios, pero tampoco tontos.
Sin diferenciar sexos en mi lenguaje, usando castellano tradicionalmente, tengo que decir que en el selecto grupo algunos sabios sí que hay, aunque también hay menos sabios, tan solo listos e incluso algún que otro listillo.
Unidos casi todos por la afiliación previa al derechista partido del Notario o a una encendida participación en su campaña electoral, en el caso de alguno que debería ser expulsado del partido al que dice pertenecer , el monocolor tono de las opiniones que salgan de los sabios debates no nos inspira ninguna esperanza respecto a los consejos finalmente emitidos y que me adelanto a profetizar: Respeto reverencial a la propiedad privada y a las leyes de los famosos mercados, fomento del amiguismo y, como es obvio, desprecio de las necesidades de los menos desfavorecidos junto con un absoluto desinterés por el entorno natural en que vivimos.
Reúna usted a un aguerrido grupo de la más rancia derecha, incluya a un miembro del clero y a un boticario y solo le faltará el sargento de la guardia civil para recrear las reuniones que durante la España fascista del General Franco se desarrollaban en los casinos de cada pueblecito.
Que no digo yo que no sea legítimo añorar aquellos años que cimentaron muchas de las actuales fortunas y perpetuaron los privilegios sociales que, por ejemplo, mantienen los miembros de la Iglesia Católica, pero espero entiendan que me recorra por la espina dorsal un sudor frío ante la imagen dibujada.
Y eso que la realidad puede superar incluso a la peor de las pesadillas. Nuestros derechistas amigos están tramando junto con la Iglesia ceder gratuitamente terreno público para que uno de los rentables negocios de esa institución, la educación privada y sectaria, se implante en la localidad. Y si me molesta porque sí, me indigna que se haga con recursos públicos. Aunque lo parezcamos, los demás no somos sabios, pero tampoco tontos.
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