El futuro de los nuevos ayuntamientos, cuando sean gobernados por ciudadanos en lugar de dirigidos por los intereses de las corporaciones financieras y los especuladores inmobiliarios deberá dirigir gran parte de sus esfuerzos en colaborar con la transformación de las actuales estructuras de gasto corriente, tan gravosas e ineficientes.
Cualquier nueva instalación municipal deberá entenderse como una apuesta hacia el futuro desde su propio diseño. Edificios, con cubiertas dispuestas para economizar agua y generar en la medida de lo posible energías renovables serán la punta de lanza de una transformación que deberá acometerse en todas las edificaciones públicas. Colegios, ambulatorios y otras construcciones de uso municipal deben cambiar progresivamente en pos de la reducción de las emisiones de Co2 y su contribución beneficiosa al efecto invernadero.
Pero no es una cuestión únicamente de beneficios a largo plazo sino que la apuesta por la energía limpia redundará de forma inmediata en la factura energética, de tal forma que cuando esté avanzada la renovación incluso se podrían vender los excedentes de producción a la compañía suministradora de energía eléctrica.
La sustitución de las luminarias de la ciudad por otras de bajo consumo y que no contribuyan a la contaminación lumínica, la optimización de las redes y la renovación de las maquinarias serán pasos importantes que dados de forma progresiva ayudarán a los mismos objetivos. Esto, sumado a la obligación que tendrán las nuevas urbanizaciones o las reformas de estas de cumplir criterios de eficiencia y autoabastecimiento energético serán piedras angulares de una política de inequívoco color verde.
Los Ayuntamientos, aunque no dispongan de todas las armas para subvertir la crisis energética mundial sí que pueden ser punta de lanza en la concienciación colectiva y también, si hay voluntad política, en la transformación de lo cotidiano, lo inmediato. Es posible desde la capacidad normativa en materia urbanística y reglamentaria. Si queremos un futuro verde, cuenta con la energía de los verdes.
Cualquier nueva instalación municipal deberá entenderse como una apuesta hacia el futuro desde su propio diseño. Edificios, con cubiertas dispuestas para economizar agua y generar en la medida de lo posible energías renovables serán la punta de lanza de una transformación que deberá acometerse en todas las edificaciones públicas. Colegios, ambulatorios y otras construcciones de uso municipal deben cambiar progresivamente en pos de la reducción de las emisiones de Co2 y su contribución beneficiosa al efecto invernadero.
Pero no es una cuestión únicamente de beneficios a largo plazo sino que la apuesta por la energía limpia redundará de forma inmediata en la factura energética, de tal forma que cuando esté avanzada la renovación incluso se podrían vender los excedentes de producción a la compañía suministradora de energía eléctrica.
La sustitución de las luminarias de la ciudad por otras de bajo consumo y que no contribuyan a la contaminación lumínica, la optimización de las redes y la renovación de las maquinarias serán pasos importantes que dados de forma progresiva ayudarán a los mismos objetivos. Esto, sumado a la obligación que tendrán las nuevas urbanizaciones o las reformas de estas de cumplir criterios de eficiencia y autoabastecimiento energético serán piedras angulares de una política de inequívoco color verde.
Los Ayuntamientos, aunque no dispongan de todas las armas para subvertir la crisis energética mundial sí que pueden ser punta de lanza en la concienciación colectiva y también, si hay voluntad política, en la transformación de lo cotidiano, lo inmediato. Es posible desde la capacidad normativa en materia urbanística y reglamentaria. Si queremos un futuro verde, cuenta con la energía de los verdes.
1 comentario:
Muy utópico. Pero sin metas es bastante triste vivir.
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