Según lo oído en el debate producido durante el Pleno municipal, una empresa privada, concretamente perteneciente a la Iglesia Católica, pretendía exigir al Ayuntamiento de Estepona la cesión gratuita de una parcela para implantar su negocio educativo.
Hay quien pensará que cualquier obra de inversión es buena para la ciudad, que necesitamos colegios y, por supuesto, que estos sean de calidad. Esos argumentos, sin duda positivos e interesantes, pueden esconder otras miserias que sería necesario resaltar.
Que una empresa privada se permita presentar exigencias al Ayuntamiento usando un chulesco “y si no voy al pueblo de al lado” no es admisible desde el punto de vista de la administración. Más todavía cuando lo que piden es que se les regalen unos terrenos que pertenecen a toda la colectividad y que deberían estar destinados al conjunto de los ciudadanos y jamás al engorde de la cuenta de resultados de ninguna compañía.
Es cierto que las necesidades educativas de Estepona son muchas y que no están atendidas por las autoridades competentes, principalmente Junta de Andalucía, pero no por ello podemos entregarnos en brazos del primero que llegue, aunque sea una pretendida corporación benéfica.
Curiosamente, nadie en el pleno de la corporación objetó pega alguna a esa cesión, manteniendo un cliché arcaico que nos hace ver a la Iglesia Católica como benefactora y no como una empresa comercial preocupada únicamente de sus beneficios y, si se tercia, de influir ideológicamente en los más jóvenes.
Cabría preguntar a los defensores de lo público en Estepona si han olvidado ya la desgraciada intercesión de esa misma institución en el patrimonio de la Herencia Nadal-Guerrero, cuando además de dilapidar la citada herencia, acabaron con las esperanzas de nuestra comunidad.
Nosotros, partidarios de la educación pública, laica, gratuita en todos los niveles obligatorios, y destinada a la educación de seres libres alejados de dogmatismos nos opondremos a la cesión de suelo municipal a aquellos que tan triste recuerdo provocan en el subconsciente colectivo.
Hay quien pensará que cualquier obra de inversión es buena para la ciudad, que necesitamos colegios y, por supuesto, que estos sean de calidad. Esos argumentos, sin duda positivos e interesantes, pueden esconder otras miserias que sería necesario resaltar.
Que una empresa privada se permita presentar exigencias al Ayuntamiento usando un chulesco “y si no voy al pueblo de al lado” no es admisible desde el punto de vista de la administración. Más todavía cuando lo que piden es que se les regalen unos terrenos que pertenecen a toda la colectividad y que deberían estar destinados al conjunto de los ciudadanos y jamás al engorde de la cuenta de resultados de ninguna compañía.
Es cierto que las necesidades educativas de Estepona son muchas y que no están atendidas por las autoridades competentes, principalmente Junta de Andalucía, pero no por ello podemos entregarnos en brazos del primero que llegue, aunque sea una pretendida corporación benéfica.
Curiosamente, nadie en el pleno de la corporación objetó pega alguna a esa cesión, manteniendo un cliché arcaico que nos hace ver a la Iglesia Católica como benefactora y no como una empresa comercial preocupada únicamente de sus beneficios y, si se tercia, de influir ideológicamente en los más jóvenes.
Cabría preguntar a los defensores de lo público en Estepona si han olvidado ya la desgraciada intercesión de esa misma institución en el patrimonio de la Herencia Nadal-Guerrero, cuando además de dilapidar la citada herencia, acabaron con las esperanzas de nuestra comunidad.
Nosotros, partidarios de la educación pública, laica, gratuita en todos los niveles obligatorios, y destinada a la educación de seres libres alejados de dogmatismos nos opondremos a la cesión de suelo municipal a aquellos que tan triste recuerdo provocan en el subconsciente colectivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario