Quedan pocos meses para la celebración de las elecciones municipales y el murmullo político va camino de convertirse en fragor. Todo el mundo hace cábalas, presunciones, anuncios y previsiones de cuál será el futuro gobierno de este pueblo nuestro tan maltratado por la política.
Ahora mismo la ensalada de siglas y posibles candidatos que anda de corro en corro por los bares es impresionante. Hasta trece candidaturas podrían concurrir a las urnas si todos los que amenazan con hacerlo consiguen finalmente los apoyos necesarios para ello.
Un número más que elevado comparado con el de otras campañas, en el que no más de siete u ocho eran los partidos en liza. Las razones de esta amalgama electoral son en cierta forma contradictorias. Mientras cunde el desánimo entre la población hacia la clase política, más son los ciudadanos que quieren convertirse ellos mismos en políticos.
Descartado el efecto llamada de la dolce vita en la que muchos vivieron durante los felices años del boom inmobiliario y la corrupción asociada, me gustaría pensar que todos los aspirantes a representarnos llegan a las pantanosas arenas de la política activa cargados de buenas intenciones, ideas y espíritu de servicio y deseosos de dirigir sus esfuerzos a la consecución de nobles contenidos programáticos.
Aunque por si hay todavía algunos empeñados en repetir viejos esquemas, subirse al carro del clientelismo o al del chanchullo no estaría mal recordarles que los poderes del Estado están empeñados en la lucha contra los que vieron los ayuntamientos como cotos privados donde ejercer el latrocinio. Desde aquí deseamos a los jueces, fiscales y policías el mayor de los éxitos contra esta lacra.
Aquí, en Estepona, algunos podemos presumir de no habernos contaminado jamás con la corrupción, ni de manera tan siquiera pasiva. Y cuando Los Verdes concurramos a las elecciones nadie podrá reprochar que nos mantuviésemos en silencio mientras otros perjudicaban el interés público. No todos los del batiburrillo podrán decir lo mismo. Y estaremos ahí para que nadie lo olvide.
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