Curiosa forma de defender la legalidad la que tiene el Partido Popular de Estepona. Por una parte denuncia el uso presuntamente ilegal de los fondos del Patrimonio Municipal del Suelo y por otra parte advierte que no pretende bloquear las cuentas, ya que no quieren “estrangular” al Ayuntamiento.
Entonces, ¿cuál es el objetivo? Parece que se queda ni más ni menos que en obtener rédito político inmediato de la gravísima situación en la que se encuentra el municipio sin aportar, ni de lejos, alguna medida reparadora. No me voy a extrañar de esto, pues ha sido la política de un partido que nos ha regalado a lo largo de la historia reciente pactos con el gilismo más irredento, prácticas profundamente lesivas para la comunidad en el ámbito urbanístico, recuérdense Parque Central o Parque Calvario, y coincidencia con los demás partidos en la continuada estrategia del nepotismo y enchufismo laboral.
El PP conoce de la necesidad imperiosa de atender una nómina municipal plagada de militantes suyos que accedieron a su puesto de trabajo saltándose a la torera todos los principios de esa legalidad que ahora les llena la boca. Por eso denuncia al Alcalde pero no intenta detener el uso de los fondos previstos en una Ley del Suelo que ni se creen ni respetan allá donde han tenido oportunidad de gobernar. ¿Qué credibilidad aportan al municipio aquellos que mantienen y defienden a alcaldes y concejales imputados por delitos de corrupción en media España?
Ninguna, y no conseguirán que les crea más porque presenten a un candidato que reúne entre sus virtudes las de “salvador de la patria”, “triunfador en los negocios”, “mente privilegiada” y “riqueza personal”. Todos esos atributos ya los traía la familia de Jesús Gil, y tampoco en ningún momento consiguieron engañarme.
Hay que acometer medidas profundas de saneamiento, lejos de la demagogia y las falsas promesas y lejos también de la complacencia de un PSOE que insiste en mirar para otro lado de manera suicida. Aunque no es esta derecha de toda la vida, mesiánica, la que resolverá nuestras dificultades.
Entonces, ¿cuál es el objetivo? Parece que se queda ni más ni menos que en obtener rédito político inmediato de la gravísima situación en la que se encuentra el municipio sin aportar, ni de lejos, alguna medida reparadora. No me voy a extrañar de esto, pues ha sido la política de un partido que nos ha regalado a lo largo de la historia reciente pactos con el gilismo más irredento, prácticas profundamente lesivas para la comunidad en el ámbito urbanístico, recuérdense Parque Central o Parque Calvario, y coincidencia con los demás partidos en la continuada estrategia del nepotismo y enchufismo laboral.
El PP conoce de la necesidad imperiosa de atender una nómina municipal plagada de militantes suyos que accedieron a su puesto de trabajo saltándose a la torera todos los principios de esa legalidad que ahora les llena la boca. Por eso denuncia al Alcalde pero no intenta detener el uso de los fondos previstos en una Ley del Suelo que ni se creen ni respetan allá donde han tenido oportunidad de gobernar. ¿Qué credibilidad aportan al municipio aquellos que mantienen y defienden a alcaldes y concejales imputados por delitos de corrupción en media España?
Ninguna, y no conseguirán que les crea más porque presenten a un candidato que reúne entre sus virtudes las de “salvador de la patria”, “triunfador en los negocios”, “mente privilegiada” y “riqueza personal”. Todos esos atributos ya los traía la familia de Jesús Gil, y tampoco en ningún momento consiguieron engañarme.
Hay que acometer medidas profundas de saneamiento, lejos de la demagogia y las falsas promesas y lejos también de la complacencia de un PSOE que insiste en mirar para otro lado de manera suicida. Aunque no es esta derecha de toda la vida, mesiánica, la que resolverá nuestras dificultades.
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