No seré yo de los que defiendan a Garzón sin más. Atesora en su historial deficientes instrucciones que han acarreado injustos cierres de periódicos y revistas, ilegales detenciones masivas ordenadas por razones ideológicas o exculpación de narcotraficantes en casos aparentemente claros. Sin embargo, pese a los errores señalados, y reconociendo su regusto por la exhibición pública, también tenemos que reconocerle valentía cuando de enfrentarse a cierto tipo de criminales se trata.
Puso contra las cuerdas al dictador Pinochet, a torturadores argentinos y chilenos y lo intentó, ahí estuvo su error, con los criminales franquistas.
La suspensión de este juez, que no discutiré legalmente, pone en evidencia la pervivencia en nuestra sociedad de valores y poder del bando fascista vencedor en la guerra. Vivimos en un país que no terminó su transición a la democracia. Mantenemos como nuestro jefe del estado al Sr. Borbón, heredero directo de Franco. Pero, además del contrasentido constitucional que es la monarquía, persisten los mismos jueces que formaron parte de las pantomimas judiciales que eran los Tribunales de Orden Público. Aquellos que a los que pedían la democracia o luchaban por mejorar las condiciones de sus puestos de trabajo. Ahora, promocionados en las escalas judiciales, los jueces tardofranquistas componen los máximos tribunales y se permiten alinearse junto a los partidos fascistas cuando de aniquilar el justo interés en sentar al franquismo en el banquillo se trata.
Duele a la derecha española, heredera económica e intelectual del franquismo, la actividad de las asociaciones de la Memoria Histórica, pues temen a una verdad que conocen tan bien como la conocemos desde el bando de los derrotados. Parece que temen perder sus privilegios o ser desenmascarados, aunque no sea ese el objetivo de estas asociaciones. Tienen tanta mala conciencia que necesitan acallar las voces de los enterrados en las cunetas de cualquier forma. Aunque sea apartando de su labor a un juez que, por una vez, trabajaba en la dirección correcta.
Puso contra las cuerdas al dictador Pinochet, a torturadores argentinos y chilenos y lo intentó, ahí estuvo su error, con los criminales franquistas.
La suspensión de este juez, que no discutiré legalmente, pone en evidencia la pervivencia en nuestra sociedad de valores y poder del bando fascista vencedor en la guerra. Vivimos en un país que no terminó su transición a la democracia. Mantenemos como nuestro jefe del estado al Sr. Borbón, heredero directo de Franco. Pero, además del contrasentido constitucional que es la monarquía, persisten los mismos jueces que formaron parte de las pantomimas judiciales que eran los Tribunales de Orden Público. Aquellos que a los que pedían la democracia o luchaban por mejorar las condiciones de sus puestos de trabajo. Ahora, promocionados en las escalas judiciales, los jueces tardofranquistas componen los máximos tribunales y se permiten alinearse junto a los partidos fascistas cuando de aniquilar el justo interés en sentar al franquismo en el banquillo se trata.
Duele a la derecha española, heredera económica e intelectual del franquismo, la actividad de las asociaciones de la Memoria Histórica, pues temen a una verdad que conocen tan bien como la conocemos desde el bando de los derrotados. Parece que temen perder sus privilegios o ser desenmascarados, aunque no sea ese el objetivo de estas asociaciones. Tienen tanta mala conciencia que necesitan acallar las voces de los enterrados en las cunetas de cualquier forma. Aunque sea apartando de su labor a un juez que, por una vez, trabajaba en la dirección correcta.
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