Publicado en Estepona Información el 08/05/2010
No cabe duda de que queda poco de aquella Estepona campesina y marinera que festejaremos la semana que viene. Eso que se dio en llamar “el progreso” nos alejó de forma casi inevitable de la tierra y el apego a sus recursos detrás de un becerro de oro que se ha mostrado como causa de nuestros actuales males.
La inmediatez de las políticas y los políticos y la ambición de muchos de nuestros vecinos empujaron a nuestra paradisiaca tierra a niveles de paro insoportables y expectativas de futuro sombrías. Los adoradores del dinero rápido nos hicieron consumistas, derrochadores y maltratadores de la naturaleza.
Sin embargo la crisis, esta crisis que golpea únicamente a los más pobres, puede hacernos encontrar caminos de futuro distintos a los que nos tienen acostumbrados los más poderosos. El retorno a la tierra, casi obligado, puede ser el acicate de otras economías que no dependan del capricho de esos mal llamados inversores.
Sólo hace falta el empuje decidido de las administraciones en la dirección correcta para conseguir acabar con el monocultivo de la especulación inmobiliaria que tantos rendimientos ha procurado a unos pocos y tanta miseria a los demás. Iniciativas como la encabezada desde el movimiento ecologista en pro de la consecución del Parque Nacional de las Sierras Bermejas Malagueñas puede ser, además de una iniciativa conservacionista imprescindible, motor de economías alternativas que rompan el actual y podrido esquema.
Hay que apoyar decididamente la citada iniciativa, incluyendo en ese apoyo el rechazo a la urbanización salvaje de la costa y a esas obras de infraestructura tan nocivas para el futuro de nuestras sierras. Alejemos entre todos los fantasmas de los PGOU de masiva urbanización y los proyectos de la presas en el Río Genal y Río Padrón así como la innecesaria autopista hasta Ronda.
No basta con la mera declaración de intenciones en los plenarios municipales. Hay que asumir que el futuro de nuestra tierra está ligado a la conservación del territorio y alejado, definitivamente, del modelo que ha propiciado la corrupción y la pobreza.
No cabe duda de que queda poco de aquella Estepona campesina y marinera que festejaremos la semana que viene. Eso que se dio en llamar “el progreso” nos alejó de forma casi inevitable de la tierra y el apego a sus recursos detrás de un becerro de oro que se ha mostrado como causa de nuestros actuales males.
La inmediatez de las políticas y los políticos y la ambición de muchos de nuestros vecinos empujaron a nuestra paradisiaca tierra a niveles de paro insoportables y expectativas de futuro sombrías. Los adoradores del dinero rápido nos hicieron consumistas, derrochadores y maltratadores de la naturaleza.
Sin embargo la crisis, esta crisis que golpea únicamente a los más pobres, puede hacernos encontrar caminos de futuro distintos a los que nos tienen acostumbrados los más poderosos. El retorno a la tierra, casi obligado, puede ser el acicate de otras economías que no dependan del capricho de esos mal llamados inversores.
Sólo hace falta el empuje decidido de las administraciones en la dirección correcta para conseguir acabar con el monocultivo de la especulación inmobiliaria que tantos rendimientos ha procurado a unos pocos y tanta miseria a los demás. Iniciativas como la encabezada desde el movimiento ecologista en pro de la consecución del Parque Nacional de las Sierras Bermejas Malagueñas puede ser, además de una iniciativa conservacionista imprescindible, motor de economías alternativas que rompan el actual y podrido esquema.
Hay que apoyar decididamente la citada iniciativa, incluyendo en ese apoyo el rechazo a la urbanización salvaje de la costa y a esas obras de infraestructura tan nocivas para el futuro de nuestras sierras. Alejemos entre todos los fantasmas de los PGOU de masiva urbanización y los proyectos de la presas en el Río Genal y Río Padrón así como la innecesaria autopista hasta Ronda.
No basta con la mera declaración de intenciones en los plenarios municipales. Hay que asumir que el futuro de nuestra tierra está ligado a la conservación del territorio y alejado, definitivamente, del modelo que ha propiciado la corrupción y la pobreza.
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