El otoño se nos está presentando extremadamente seco y caluroso, quizá sea el anuncio de una temporada en la que las lluvias serán escasas y volveremos a tener sobre nuestras cabezas la espada de Damocles de la pertinaz sequía.
Nuevamente, los años de abundancia no han servido para acometer con decisión los problemas e intentar resolverlos, sino para derrochar y hacernos creer de que todo estaba “como nunca”.
Decía esta semana el Presidente de la Mancomunidad que con la adquisición de la desaladora se acababa con el último vestigio de la era Gil. Desafortunadamente no es así, pues los destrozos causados por el gilismo en la Costa lastrarán durante bastante tiempo las economías de sus municipios e, incluso, la de los gobiernos autonómico y central.
Entre otras cosas, el gilismo impuso con éxito el modelo urbanístico de las grandes urbanizaciones con jardines tropicales plagados de plantas ajenas a nuestra tierra y regados abundantemente con un agua de la que no disponemos. Es hora ya de cambiar el modelo de gestión del agua acometiendo con rigor su ciclo completo, desde la captación hasta la depuración y reutilización. La finalización y reparación de la red de saneamiento integral, aún defectuosa en zonas de Estepona, Manilva y Casares, y el estudio e implantación de redes de riego para jardines públicos y privados abastecidos por las depuradoras deben ser el modelo a seguir.
Y avanzar esto ahora, justo a las puertas de otra probable sequía siempre cíclica en nuestra tierra, tiene sentido porque mientras algunos pretenderemos un uso razonable del agua habrá otros que aprovecharán para solicitar la puesta en marcha de esos proyectos faraónicos, presa del Genal por ejemplo, que beneficiarán exclusivamente a las grandes empresas constructoras y perjudicarán para siempre el equilibrio medioambiental de nuestra tierra.
En tiempos de crisis perpetua debemos ser partidarios de las soluciones más eficaces y ahorradoras contra las del derroche tan favorecedoras de comisionistas y corruptos. Eso sí, hay que anticiparse a la sequía y no dejar que nos gane la partida.
Nuevamente, los años de abundancia no han servido para acometer con decisión los problemas e intentar resolverlos, sino para derrochar y hacernos creer de que todo estaba “como nunca”.
Decía esta semana el Presidente de la Mancomunidad que con la adquisición de la desaladora se acababa con el último vestigio de la era Gil. Desafortunadamente no es así, pues los destrozos causados por el gilismo en la Costa lastrarán durante bastante tiempo las economías de sus municipios e, incluso, la de los gobiernos autonómico y central.
Entre otras cosas, el gilismo impuso con éxito el modelo urbanístico de las grandes urbanizaciones con jardines tropicales plagados de plantas ajenas a nuestra tierra y regados abundantemente con un agua de la que no disponemos. Es hora ya de cambiar el modelo de gestión del agua acometiendo con rigor su ciclo completo, desde la captación hasta la depuración y reutilización. La finalización y reparación de la red de saneamiento integral, aún defectuosa en zonas de Estepona, Manilva y Casares, y el estudio e implantación de redes de riego para jardines públicos y privados abastecidos por las depuradoras deben ser el modelo a seguir.
Y avanzar esto ahora, justo a las puertas de otra probable sequía siempre cíclica en nuestra tierra, tiene sentido porque mientras algunos pretenderemos un uso razonable del agua habrá otros que aprovecharán para solicitar la puesta en marcha de esos proyectos faraónicos, presa del Genal por ejemplo, que beneficiarán exclusivamente a las grandes empresas constructoras y perjudicarán para siempre el equilibrio medioambiental de nuestra tierra.
En tiempos de crisis perpetua debemos ser partidarios de las soluciones más eficaces y ahorradoras contra las del derroche tan favorecedoras de comisionistas y corruptos. Eso sí, hay que anticiparse a la sequía y no dejar que nos gane la partida.
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