Está de moda defender la propiedad privada, y los derechos de los ciudadanos, y la individualidad frente a las cada vez más grandes administraciones públicas. Está de moda lo liberal frente a lo libertario. Lo privado frente a lo público. Lo individual frente a lo colectivo. Y fíjense, no me parece ni mal ni bien ... hasta que tocan lo mío. Sí, yo también voy a hacer una defensa de lo individual, de mi propiedad, de mis derechos.
Y lo mío es el derecho a disfrutar de una ciudad completa, dotada, dibujada con criterios estéticos, naturales y amables con las personas que, como yo, no tenemos ninguna propiedad privada que defender.
Pero soy copropietario de la propiedad pública. Y la defenderé con uñas y dientes. Las vías pecuarias son mías y no de los ocupadores. Tengo todo el derecho individual a caminar y ver un campo que no esté plagado de construcciones sin orden ni concierto. Ni legalidad, por cierto. Es mi derecho, y lo defenderé, el que los propietarios de las grandes fincas cumplan hasta el límite de lo razonable con la función social de la propiedad.
Fíjense, me importa un pito el enriquecimiento de los promotores. Y me importa un pimiento el que dejen de ganar cuantos millones de euros sean míos. Son míos, y no de ellos. Porque si el dinero es de todos es mío también. Porque con él sí que se podrán construir teatros y hospitales, y colegios, y arreglar las calles, y pagar a la Seguridad Social, y la Hacienda Pública, que también son mías. Estamos asistiendo a la entronización de lo privado como solución a todos los supuestos males públicos. Y se está utilizando, de la manera más grosera, a algunos colectivos ciudadanos legítimamente cabreados con la administración.
Es cierto que se ha construido sobre vías pecuarias con el consentimiento activo o pasivo de ayuntamientos, notarios, registradores y cuantos han intervenido en esas operaciones. Pero no es menos cierto que esos terrenos siguen siendo públicos. Y que en muchos casos se han ocupado, usurpado y cortado con absoluto conocimiento de causa. Hay que conciliar el interés legítimo y dañado por las administraciones, aunque no debe hacerse a costa de todos los demás. Habrá que encontrar soluciones adecuadas a cada caso, estudiar cada una de las historias, y revertir, sin ninguna duda, lo público a su legítimo propietario, es decir a todos nosotros, a mí mismo. Habrá que preguntarse, de camino, si el interés de algunos partidos políticos, sobre todo el del que tiene muchos compañeros en Alhaurín, es beneficiar a esas grandes promociones previstas que en su propaganda dibujan como carreteras privadas las vías pecuarias más importantes. Habrá que preguntar para qué quieren cambiar público por público. ¿Quién saldrá beneficiado? ¿Yo? ¿Usted?. Creo que no.
Es cierto también que el progreso de la ciudad nos viene por la zona de La Cala, y que algún gran promotor ha prometido hasta la Luna cuando convierta sus multimillonarios beneficios. Pero también es cierto que el ordenamiento urbanístico tiene que aplicar justicia y no quitarla. ¿Por qué se beneficia de manera descarada a esos promotores a costa de los pequeños propietarios?. ¿Estamos otra vez ante la misma pregunta? ¿Quién saldrá beneficiado?. Argumentos similares podrían aplicarse a la cuestión de los campitos. Los propietarios de esas fincas construidas ilegalmente deberían preguntase si la impugnación del POT está motivada por sus más que discutibles propuestas y sus movilizaciones, o por el interés de los grandes propietarios que más allá de la autopista planean construir. Nuevamente vuelven a aparecer esos intereses, los del enriquecimiento, los de los propietarios que no son nosotros, en un asunto manipulado por los mismos políticos que cuando gobernaron aplicaron políticas destructivas sobre nuestras ciudades.
Yo seguiré defendiendo lo mío, lo de todos. Quiero pasear por el corredor verde de las vías pecuarias, porque son mías. Quiero contemplar el campo de Estepona en lugar del caos de los chalets y las piscinas. Quiero que los grandes ganen menos, mucho menos, y que nos dejen una ciudad sostenible, amable, armónica y habitable.
6 comentarios:
Y yo me seguiré sintiendo muy orgullosa de conocerle amigo mio,
Vaya, Gracias, anónima amiga mía ...
Ya que nos hemos cargado casi todo vestigio histórico de las ciudades, y hemos destrozado la estética de éstas con una ausente o pésima y arbitraria planificación urbana, pues vamos ahora a joder también los campos (que en los núcleos urbanos se empieza a agotar el espacio especulaltivo), para que no quede un puto rincón sin adulterar; que hacia donde echemos la mirada, sólo veamos hormigón y asfalto, que es belleza en su estado puro.
Sí, José Antonio. Justo eso está pasando, no sólo no nos quieren dejar vivir en las ciudades, sino que cuando nos tiramos al campo para respirar quieren seguir echándonos el apestoso aliento en el cogote ....
Sólo agradecerte públicamente tu artículo. Creo que es lo más decente que he leído de ningún político. Por ser precisamente eso: POLÍTICO con mayúsculas y no las mamarrachadas que se oyen a diario de la boca de los adictos al sillón, a la comisión y a la corrupción.
Olé por tu hiperrealismo que comparto. Quizá es lo único que nos queda, la claridad en el discurso y la buena voluntad de defender lo nuestro y lo razonable para todos, sin intereses delictivos. Por que tomar lo de los demás sin permiso o con un permiso no legítimo es delinquir. Al menos, moriremos de pié y no viviremos arrodillados mendigando lo que los poderosos nos quieran ceder de su cubo de desperdicios.
Gracias, Felipe. Si no hay como tener amigos, jajaja.
Lo del hiperrealismo me ha gustado. Ni yo mismo me había dado cuenta de esa característica de mis escritos ...
Nos vemos en el monte. Que nosotros sabemos lo que vale. Y es nuestro.
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