Emitido en SER Costa del Sol el 19/06/2006. Foto g.g.
Cuando recibí la noticia de la concesión de un premio para Estepona, “La Escoba de Oro”, me puse muy contento. A mí, como a todos, me gusta la competición. Y conseguir ganar a todas las ciudades de España por ser la más limpia me llenó de satisfacción. Así que, hinchado de orgullo esteponero, me acerqué a internet a ver a cuántas ciudades habíamos barrido hasta conseguir nada más y nada menos que el gran galardón, la Escoba de Oro.
Siento reconocer que me sentí decepcionado. Visitando la página de la entidad que concede los premios me dí cuenta de varias cosas. La primera, que Ategrus, esa entidad a la que me refiero, no es ningún organismo oficial sino una empresa privada. La segunda decepción es que no encontré, no existe, un listado de los perdedores, de los que han competido con Estepona. La verdad, quería ver como habíamos humillado a Marbella, o Fuengirola, o Benidorm. La tercera decepción vino cuando finalmente conseguí enterarme de qué hacía falta para ganar la famosa Escoba de Oro. Y eso es, ni más ni menos, que pagar los derechos de inscripción y tener una Escoba de Plata, es decir, haber pasado otra vez por caja. Hemos comprado una Escoba de Oro en lugar de invertir ese dinero, por ejemplo, en mantener limpias las barriadas y el extrarradio de la ciudad.
Saben, no he podido evitar acordarme de José María Aznar y aquella medalla del congreso americano que también se compró. Aquí andamos a otro nivel, es cierto. Pero supongo que, si se hubiesen atrevido, el Sr. Crespo y su corte de aduladores habrían viajado incluso a Guachintón a recibir la Super Escoba Planetaria de Diamantes y Platino. Que como todo el mundo sabe, sólo puede comprarse en esa boutique justo justo al lado de la Casa Blanca.
Cuando recibí la noticia de la concesión de un premio para Estepona, “La Escoba de Oro”, me puse muy contento. A mí, como a todos, me gusta la competición. Y conseguir ganar a todas las ciudades de España por ser la más limpia me llenó de satisfacción. Así que, hinchado de orgullo esteponero, me acerqué a internet a ver a cuántas ciudades habíamos barrido hasta conseguir nada más y nada menos que el gran galardón, la Escoba de Oro.
Siento reconocer que me sentí decepcionado. Visitando la página de la entidad que concede los premios me dí cuenta de varias cosas. La primera, que Ategrus, esa entidad a la que me refiero, no es ningún organismo oficial sino una empresa privada. La segunda decepción es que no encontré, no existe, un listado de los perdedores, de los que han competido con Estepona. La verdad, quería ver como habíamos humillado a Marbella, o Fuengirola, o Benidorm. La tercera decepción vino cuando finalmente conseguí enterarme de qué hacía falta para ganar la famosa Escoba de Oro. Y eso es, ni más ni menos, que pagar los derechos de inscripción y tener una Escoba de Plata, es decir, haber pasado otra vez por caja. Hemos comprado una Escoba de Oro en lugar de invertir ese dinero, por ejemplo, en mantener limpias las barriadas y el extrarradio de la ciudad. Saben, no he podido evitar acordarme de José María Aznar y aquella medalla del congreso americano que también se compró. Aquí andamos a otro nivel, es cierto. Pero supongo que, si se hubiesen atrevido, el Sr. Crespo y su corte de aduladores habrían viajado incluso a Guachintón a recibir la Super Escoba Planetaria de Diamantes y Platino. Que como todo el mundo sabe, sólo puede comprarse en esa boutique justo justo al lado de la Casa Blanca.
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