Aunque ya nadie duda en Estepona de la condición personal de mentiroso que
atesora personalmente nuestro alcalde, El Notario, ahora debemos preocuparnos
sobre si su estado mental le acerca cada vez más peligrosamente a la incapacidad
de dirigir un municipio como el nuestro.
El espectáculo de esta semana, en la que se refugió detrás de vallas y movilizó recursos policiales parecidos a los de un encuentro de fútbol de alto riesgo me hacen temer por su equilibrio personal, que ya vimos alterado cuando se dirigió amenazante a unas periodistas hace pocas semanas.
El Notario, aquejado de miedos irracionales, obligó al cuerpo de la Policía Local a convertirse estos días en guardia personal en lugar de en servidores de la legalidad para toda la ciudanía. Estoy seguro que no fue plato de gusto para la mayoría de los policías ver a sus compañeros de plantilla como “el enemigo” – parafraseando a aquel delegado catalán de gobernación–, preparados para actos que solo caben en la delicada mente del alcalde.
El recurso a supuestas amenazas sufridas por algunos concejales es tan pobre y tan antiguo que no merece más que una carcajada para cualquier observador. Bien sabe El Notario que sus trabajadores son mayoritariamente pacíficos, y que serían ellos mismos los primeros en abortar cualquier gesto violento que partiese de algún incontrolado en sus filas.
Ahora, además de explicar las vallas, los controles, el cierre del salón de plenos o la censura previa a periodistas a los que impide ejercer su trabajo tendrá también que explicar el gasto policial injustificado y abusivo que ha cometido.
Aunque no se esfuercen, El Notario ha decidido no explicar nada. Seguirá en sus negocios inmobiliarios, cerrando servicios públicos asistenciales, sanitarios y educativos mientras privatiza todo lo que pueda generar negocio para un particular. Ah, y aunque le crezca la nariz, como a Pinocho, parece que su ambición es parecerse cada vez más a Pinochet, cercenando la democracia en Estepona. Cualquier día le vemos con gorra de plato, gafas negras, bigotito y brazo en alto.
El espectáculo de esta semana, en la que se refugió detrás de vallas y movilizó recursos policiales parecidos a los de un encuentro de fútbol de alto riesgo me hacen temer por su equilibrio personal, que ya vimos alterado cuando se dirigió amenazante a unas periodistas hace pocas semanas.
El Notario, aquejado de miedos irracionales, obligó al cuerpo de la Policía Local a convertirse estos días en guardia personal en lugar de en servidores de la legalidad para toda la ciudanía. Estoy seguro que no fue plato de gusto para la mayoría de los policías ver a sus compañeros de plantilla como “el enemigo” – parafraseando a aquel delegado catalán de gobernación–, preparados para actos que solo caben en la delicada mente del alcalde.
El recurso a supuestas amenazas sufridas por algunos concejales es tan pobre y tan antiguo que no merece más que una carcajada para cualquier observador. Bien sabe El Notario que sus trabajadores son mayoritariamente pacíficos, y que serían ellos mismos los primeros en abortar cualquier gesto violento que partiese de algún incontrolado en sus filas.
Ahora, además de explicar las vallas, los controles, el cierre del salón de plenos o la censura previa a periodistas a los que impide ejercer su trabajo tendrá también que explicar el gasto policial injustificado y abusivo que ha cometido.
Aunque no se esfuercen, El Notario ha decidido no explicar nada. Seguirá en sus negocios inmobiliarios, cerrando servicios públicos asistenciales, sanitarios y educativos mientras privatiza todo lo que pueda generar negocio para un particular. Ah, y aunque le crezca la nariz, como a Pinocho, parece que su ambición es parecerse cada vez más a Pinochet, cercenando la democracia en Estepona. Cualquier día le vemos con gorra de plato, gafas negras, bigotito y brazo en alto.