Publicado en Estepona Información el 19/11/2011
Cuando este periódico llegue a sus manos estaremos en plena jornada de reflexión electoral. Un día en el que los ciudadanos dedicaremos nuestras capacidades intelectivas a separar el grano de la paja antes de tomar tan trascendental decisión.
Y, aunque no es día de campaña, me puedo permitir recordar algunas cuestiones importantes, por si puedo contribuir a aclararles algunas dudas.
Yo no votaría mañana a ningún partido esclavo de los intereses de las grandes corporaciones financieras, esas ahora denominadas “los mercados”. Así, cualquier partido que votó la reforma constitucional limitando el déficit presupuestario estaría descartado. Tampoco lo haría a los que quieren rescatar a los bancos mientras hunden al resto de los ciudadanos.
No votaría jamás a aquellos que han limitado, limitan o pretenden limitar la asistencia social a los colectivos más desamparados. Y ahí incluiría a los que reforman las leyes laborales contra los trabajadores, reducen las prestaciones de desempleo o propician el copago del gasto farmacéutico mientras se negaban a apoyar la dación en pago como fórmula de resolución hipotecaria.
Descartaría completamente a aquellos que pretenden reducir el gasto del estado recortando por la sanidad o la educación, que curiosamente coinciden con los partidarios del incremento del gasto militar y el apoyo decidido a las guerras de la energía llevadas a cabo por las potencias europeas y los USA.
Me negaría a apoyar a los que han ignorado el clamor de las calles desde el pasado 15-M, obviando la necesidad de la reforma de la ley electoral y la necesidad de construir horizontalmente la democracia. También abominaría de los demagogos que hablan de “los políticos” olvidando que ellos han sido el peor ejemplo de política rastrera y oportunista.
Después, entre el ramillete de los que representan los valores opuestos a esos que relaciono antes escogería mi papeleta. Cerraría mis oídos a los que se llaman de izquierdas y no lo son, me reiría de sus “paremos a la derecha” y depositaría mi voto que solo así sería, digan lo que digan, útil.
Y, aunque no es día de campaña, me puedo permitir recordar algunas cuestiones importantes, por si puedo contribuir a aclararles algunas dudas.
Yo no votaría mañana a ningún partido esclavo de los intereses de las grandes corporaciones financieras, esas ahora denominadas “los mercados”. Así, cualquier partido que votó la reforma constitucional limitando el déficit presupuestario estaría descartado. Tampoco lo haría a los que quieren rescatar a los bancos mientras hunden al resto de los ciudadanos.
No votaría jamás a aquellos que han limitado, limitan o pretenden limitar la asistencia social a los colectivos más desamparados. Y ahí incluiría a los que reforman las leyes laborales contra los trabajadores, reducen las prestaciones de desempleo o propician el copago del gasto farmacéutico mientras se negaban a apoyar la dación en pago como fórmula de resolución hipotecaria.
Descartaría completamente a aquellos que pretenden reducir el gasto del estado recortando por la sanidad o la educación, que curiosamente coinciden con los partidarios del incremento del gasto militar y el apoyo decidido a las guerras de la energía llevadas a cabo por las potencias europeas y los USA.
Me negaría a apoyar a los que han ignorado el clamor de las calles desde el pasado 15-M, obviando la necesidad de la reforma de la ley electoral y la necesidad de construir horizontalmente la democracia. También abominaría de los demagogos que hablan de “los políticos” olvidando que ellos han sido el peor ejemplo de política rastrera y oportunista.
Después, entre el ramillete de los que representan los valores opuestos a esos que relaciono antes escogería mi papeleta. Cerraría mis oídos a los que se llaman de izquierdas y no lo son, me reiría de sus “paremos a la derecha” y depositaría mi voto que solo así sería, digan lo que digan, útil.
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