lunes, noviembre 08, 2010

Y ahora, el Supremo

Publicado en Estepona Información el 06/11/2010

No somos los esteponeros una excepción cuando de comportamientos extravagantes se trata. Está frecuentemente extendido por la península el prestar oídos a personajes que deberían andar escondidos en lugar de ir exhibiéndose por plazas y mercados.

Y no, no me refiero a esos fenómenos mediáticos que llenan las pantallas nocturnas contándonos sus miserias personales, sino a aquellos que son capaces de presentarse ante los ciudadanos, pedirles su confianza, defraudarla y volver a pedirla como si con ellos no fuese la cosa.

En Estepona tenemos cumplidos ejemplos de lo anterior. Algunos ya forman parte del acervo popular, como ese dirigente que sin ideología ni pensamiento propio alguno lleva décadas deambulando de un partido a otro a la busca de un escañito desde el que hablar de pastos, casmisnos rurales, porconsiguientes y otras perlas lingüísticas propias.

Y hay otros, más peligrosos, que tienen intención de presentarse a las elecciones aunque estén condenados por causar daños directos al Ayuntamiento. Ese ayuntamiento que debería ser de todos y algunos pensaban que era para ellos solos.

El Tribunal Supremo ha ratificado las sentencias del Tribunal de Cuentas por las que, a instancias de Los Verdes, fueron condenados el Sr. Crespo y otros miembros del partido GIL por alcance contable. El Sr. Crespo, está probado, percibió cantidades de las arcas públicas a las que no tenía derecho.

Lamentablemente, la inacción de los demás partidos políticos de la localidad y la acción interesada del PSOE comandado por Barrientos ha impedido que las cantidades a recuperar sean más importantes. Únicamente nuestro pequeño partido puso toda la carne posible en el asador para recuperar para todos la mayor cantidad de dinero posible.

Sin embargo, tanto el PSOE como PP, IU y PA participaron en gobiernos con los ahora condenados, mirando para otro sitio cuando del interés público se trataba. Y siguen tratando como a iguales a aquellos que hoy han visto ratificadas sus condenas por el Tribunal Supremo. Quizá porque efectivamente sean iguales. Nosotros no lo somos.

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