Reconocerán conmigo que la situación en nuestro pueblo es absolutamente esperpéntica. Y no sólo por la ya tradicional metedura de pata en cada discurso del actual Alcalde, el accidental Montesinos.
De una parte, los concejales imputados, detentadores de una representación popular que la ley les otorga pero que ellos mismos deberían cuestionarse. Ningún ciudadano les votó mientras eran sospechosos de los graves delitos de que ahora les acusa la jueza Conejo, si fuesen consecuentes, reflexionarían sobre algo tan básico como es la confianza que en ellos depositaron sus votantes, inevitablemente quebrada.
Peor aún es la actitud de uno de ellos, el Cenador Zamorano. Falto quizá de los aportes de minerales que las grandes comilonas pagadas por empresarios con intereses en el ayuntamiento le facilitaban, el minúsculo personaje se ha dedicado a pasear su condición de presunto delincuente por las dependencias municipales como si fuese propietario de vidas y haciendas. Todo porque otro lumbrera, el accidental Montesinos, no ha sido capaz, no ha sabido o no ha querido cesar fulminantemente en su cargo a los cuatro concejales ex miembros y miembras del PSOE.
Que nuestro alcalde, por muy accidental que sea, necesite de un escrito presentado por un mandatario del PSOE ajeno a la localidad para tomar una decisión tan lógica como apartar de sus cargos a personajes que han demostrado escasa generosidad con su pueblo es como mínimo asombrosa, aún tratándose de personaje tan poco preclaro. Y nuestro accidental insiste en el error, quizá porque el escrito del dirigente socialista no le advirtiese de que debía cesar a todos los imputados, independientemente del cargo que ocupasen. Los cargos políticos de confianza, funcionarios eventuales, siguen asistiendo a sus puestos de trabajo con toda normalidad. ¿Cuál es el papel de Patricia Rojo y los demás en la Delegación de Urbanismo estos días?.
Todo es un despropósito, todos son unos impresentables y debe ser el pueblo, mediante su expresión en elecciones anticipadas el que ponga fin a tanto esperpento.
De una parte, los concejales imputados, detentadores de una representación popular que la ley les otorga pero que ellos mismos deberían cuestionarse. Ningún ciudadano les votó mientras eran sospechosos de los graves delitos de que ahora les acusa la jueza Conejo, si fuesen consecuentes, reflexionarían sobre algo tan básico como es la confianza que en ellos depositaron sus votantes, inevitablemente quebrada.
Peor aún es la actitud de uno de ellos, el Cenador Zamorano. Falto quizá de los aportes de minerales que las grandes comilonas pagadas por empresarios con intereses en el ayuntamiento le facilitaban, el minúsculo personaje se ha dedicado a pasear su condición de presunto delincuente por las dependencias municipales como si fuese propietario de vidas y haciendas. Todo porque otro lumbrera, el accidental Montesinos, no ha sido capaz, no ha sabido o no ha querido cesar fulminantemente en su cargo a los cuatro concejales ex miembros y miembras del PSOE.
Que nuestro alcalde, por muy accidental que sea, necesite de un escrito presentado por un mandatario del PSOE ajeno a la localidad para tomar una decisión tan lógica como apartar de sus cargos a personajes que han demostrado escasa generosidad con su pueblo es como mínimo asombrosa, aún tratándose de personaje tan poco preclaro. Y nuestro accidental insiste en el error, quizá porque el escrito del dirigente socialista no le advirtiese de que debía cesar a todos los imputados, independientemente del cargo que ocupasen. Los cargos políticos de confianza, funcionarios eventuales, siguen asistiendo a sus puestos de trabajo con toda normalidad. ¿Cuál es el papel de Patricia Rojo y los demás en la Delegación de Urbanismo estos días?.
Todo es un despropósito, todos son unos impresentables y debe ser el pueblo, mediante su expresión en elecciones anticipadas el que ponga fin a tanto esperpento.
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