lunes, octubre 21, 2013

La endogamia de la corrupción

Publicado en VIVA Estepona Información el 12/10/2013



A estas alturas del partido a nadie se le escapa que es imprescindible una ruptura absoluta con los valores que animan a la sociedad. De forma contraria a lo que sería deseable, no son la solidaridad, la igualdad y la libertad los que guían el comportamiento diario de nuestros vecinos sino, muy al contrario, el egoísmo, la injusticia y la represión los que triunfan en una sociedad cada vez más desigual y en la que nos parece aceptable el sufrimiento de los demás. Deseable incluso si el secundario efecto que produce es el enriquecimiento de nosotros mismos.

En ese contexto social, no cabe por tanto sorprendernos si de forma reiterada colocamos de forma consciente al frente de nuestro destino a aquellos que mejor representan ese esquema de valores. Los electores de todo el país no han dudado en elegir a aquellos que como cualidad principal atesoran el haber “triunfado” en un mundo en el que ese triunfo está reservado para los peores y más criminales de sus miembros.

Presuntos autores de lesa traición como el monarca Borbón y su familia siguen gozando, pese a todo, del favor popular pese a caer sobre ellos más que fundadas sospechas sobre su forma de vida y tener todos la certeza del criminal origen, durante la dictadura de Franco, de los privilegios que han venido disfrutando con la sonrisa generalizada de todos los españoles.

Pero es solo un caso de cómo hemos valorado en este país a los que nos han maltratado y empobrecido. Por todo el territorio del Estado hemos elegido para representarnos a encausados en procesos de corrupción, que parece recibían esa consideración con alegría, pues venía acompañada de crecimiento en votos y gritos de ánimo.

Mientras algunos nos hemos desgañitado en todas las tribunas en las que se nos ha permitido denunciando la corrupción y el sistema económico que la ampara y provoca otros han seguido disfrutando de la envidia que produce el ascenso social, aunque sea sobre pilas de cadáveres.

Digo pilas de cadáveres de forma figurada, aunque no puedo evitar recordar un caso, el más cercano a nosotros, en el que esa figura cambia de metáfora a mera descripción de la realidad. Jesús Gil ganó las elecciones en Marbella, y también en Estepona, Casares, Manilva, San Roque, La Línea, Ceuta y Melilla pese a que todo el mundo sabía que parte de su fortuna se cimentaba en el crimen del Cerro de Los Ángeles. Nunca pagó por él, y solo la gracia de otro criminal, Franco, evitó que cumpliese la cárcel que sin duda se merecía.

Sin embargo, Gil ganó las elecciones en todos esos pueblos que cito y buenos resultados en Benalmádena, Mijas y Ronda. Y fuimos nosotros, los vecinos de la Costa del Sol, los que le aupamos. No hizo falta que nos engañase, se presentó ante nosotros como un delincuente y así le votamos.

La escasa sentencia de Malaya anima a sus sucesores ideológicos a seguir el camino trazado por Gil. Y poco importará el partido al que estén afiliados. Al PSOE como el exalcalde cantaor de Alcaucín, al PP como el de Alhaurín El Grande o La Línea o a la IU que en Manilva tiene mucho que explicar.

Y lo peor de todo es que seguiremos oyendo hablar de la presunción de inocencia, de la crucifixión de los contrarios y la exculpación de los propios, de la excusa del desconocimiento por parte de todos los grandes líderes.

Mientras, de forma endogámica, el sistema económico capitalista seguirá generando desigualdad e injusticia y alimentando corruptos y corruptores. Hasta que sean la justicia, la libertad, la igualdad y la solidaridad lo que nos anime.

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