Publicado en VIVA Estepona Información el 12/10/2013
A estas alturas del partido a nadie se le escapa que es imprescindible una
ruptura absoluta con los valores que animan a la sociedad. De forma contraria a
lo que sería deseable, no son la solidaridad, la igualdad y la libertad los que
guían el comportamiento diario de nuestros vecinos sino, muy al contrario, el
egoísmo, la injusticia y la represión los que triunfan en una sociedad cada vez
más desigual y en la que nos parece aceptable el sufrimiento de los demás.
Deseable incluso si el secundario efecto que produce es el enriquecimiento de
nosotros mismos.
En ese contexto social, no cabe por tanto sorprendernos
si de forma reiterada colocamos de forma consciente al frente de nuestro destino
a aquellos que mejor representan ese esquema de valores. Los electores de todo
el país no han dudado en elegir a aquellos que como cualidad principal atesoran
el haber “triunfado” en un mundo en el que ese triunfo está reservado para los
peores y más criminales de sus miembros.
Presuntos autores de lesa
traición como el monarca Borbón y su familia siguen gozando, pese a todo, del
favor popular pese a caer sobre ellos más que fundadas sospechas sobre su forma
de vida y tener todos la certeza del criminal origen, durante la dictadura de
Franco, de los privilegios que han venido disfrutando con la sonrisa
generalizada de todos los españoles.
Pero es solo un caso de cómo hemos
valorado en este país a los que nos han maltratado y empobrecido. Por todo el
territorio del Estado hemos elegido para representarnos a encausados en procesos
de corrupción, que parece recibían esa consideración con alegría, pues venía
acompañada de crecimiento en votos y gritos de ánimo.
Mientras algunos
nos hemos desgañitado en todas las tribunas en las que se nos ha permitido
denunciando la corrupción y el sistema económico que la ampara y provoca otros
han seguido disfrutando de la envidia que produce el ascenso social, aunque sea
sobre pilas de cadáveres.
Digo pilas de cadáveres de forma figurada,
aunque no puedo evitar recordar un caso, el más cercano a nosotros, en el que
esa figura cambia de metáfora a mera descripción de la realidad. Jesús Gil ganó
las elecciones en Marbella, y también en Estepona, Casares, Manilva, San Roque,
La Línea, Ceuta y Melilla pese a que todo el mundo sabía que parte de su fortuna
se cimentaba en el crimen del Cerro de Los Ángeles. Nunca pagó por él, y solo la
gracia de otro criminal, Franco, evitó que cumpliese la cárcel que sin duda se
merecía.
Sin embargo, Gil ganó las elecciones en todos esos pueblos que
cito y buenos resultados en Benalmádena, Mijas y Ronda. Y fuimos nosotros, los
vecinos de la Costa del Sol, los que le aupamos. No hizo falta que nos engañase,
se presentó ante nosotros como un delincuente y así le votamos.
La
escasa sentencia de Malaya anima a sus sucesores ideológicos a seguir el camino
trazado por Gil. Y poco importará el partido al que estén afiliados. Al PSOE
como el exalcalde cantaor de Alcaucín, al PP como el de Alhaurín El Grande o La
Línea o a la IU que en Manilva tiene mucho que explicar.
Y lo peor de
todo es que seguiremos oyendo hablar de la presunción de inocencia, de la
crucifixión de los contrarios y la exculpación de los propios, de la excusa del
desconocimiento por parte de todos los grandes líderes.
Mientras, de
forma endogámica, el sistema económico capitalista seguirá generando desigualdad
e injusticia y alimentando corruptos y corruptores. Hasta que sean la justicia,
la libertad, la igualdad y la solidaridad lo que nos anime.
lunes, octubre 21, 2013
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