Y el 2010, que será de infausto recuerdo, termina de una puñetera vez aunque dejándonos de herencia el terrible 2011, electoral y, si nadie lo remedia, de consolidación de la crisis.
Como es habitual los resúmenes del año son triunfalistas entre los que gobiernan y derrotistas entre los que aspiran a sucederlos. Pero todavía es posible sorprenderse de los extremos a los que el homo político es capaz de llegar.
Destaca Valadez entre los logros de su mandato la obra pública desarrollada en el municipio. Asumiendo como propia toda la que de otras administraciones viene, que al fin y al cabo también gobiernan “los suyos” en Sevilla y Madrid. Olvidando el carácter extraordinario de unas aportaciones que se han demostrado pírricas en el pretendido fin de fomento del empleo y obviando la mala elección de algunas de ellas cuando al Ayuntamiento le tocaba esa decisión.
Orgulloso se muestra también de cerrar los convenios urbanísticos que dejó pendientes su antecesor, Antonio Barrientos. A David Valadez le cabe el dudoso honor de firmar con los representantes de la dictadura árabe saudí. O facilitar el camino para su futuro centro comercial y su recalificada parcela en primera línea de playa a unos promotores que tan generosos han sido con los partidos políticos en sus campañas electorales. También es suyo el intento de finiquitar el mal llamado proyecto universitario a manos de los usureros dueños de los terrenos de la Herencia Nadal-Guerrero. Dese luego, mejorando al anterior equipo de su partido, ellos fueron incapaces de tantos logros. Otro gran gestor.
Ajeno al ridículo que significan sus palabras, obvia el evidente deterioro que el PSOE ha provocado en la vida colectiva y se pavonea ignorando la carencia de equipamientos, la ruina de la institución, la desidia de una plantilla diseñada por enchufe y una falta de visión que comparte con el resto de la clase política. Aún piensa en el ladrillo como solución a nuestros males.
Del recambio previsto, qué decir, ya saben qué pienso del neogilismo de García Urbano. En fin, que tengan todos un feliz 2011, casi ná.
Como es habitual los resúmenes del año son triunfalistas entre los que gobiernan y derrotistas entre los que aspiran a sucederlos. Pero todavía es posible sorprenderse de los extremos a los que el homo político es capaz de llegar.
Destaca Valadez entre los logros de su mandato la obra pública desarrollada en el municipio. Asumiendo como propia toda la que de otras administraciones viene, que al fin y al cabo también gobiernan “los suyos” en Sevilla y Madrid. Olvidando el carácter extraordinario de unas aportaciones que se han demostrado pírricas en el pretendido fin de fomento del empleo y obviando la mala elección de algunas de ellas cuando al Ayuntamiento le tocaba esa decisión.
Orgulloso se muestra también de cerrar los convenios urbanísticos que dejó pendientes su antecesor, Antonio Barrientos. A David Valadez le cabe el dudoso honor de firmar con los representantes de la dictadura árabe saudí. O facilitar el camino para su futuro centro comercial y su recalificada parcela en primera línea de playa a unos promotores que tan generosos han sido con los partidos políticos en sus campañas electorales. También es suyo el intento de finiquitar el mal llamado proyecto universitario a manos de los usureros dueños de los terrenos de la Herencia Nadal-Guerrero. Dese luego, mejorando al anterior equipo de su partido, ellos fueron incapaces de tantos logros. Otro gran gestor.
Ajeno al ridículo que significan sus palabras, obvia el evidente deterioro que el PSOE ha provocado en la vida colectiva y se pavonea ignorando la carencia de equipamientos, la ruina de la institución, la desidia de una plantilla diseñada por enchufe y una falta de visión que comparte con el resto de la clase política. Aún piensa en el ladrillo como solución a nuestros males.
Del recambio previsto, qué decir, ya saben qué pienso del neogilismo de García Urbano. En fin, que tengan todos un feliz 2011, casi ná.
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