Hace unas semanas les prometí no entrar en el juego típico de la subpolítica esteponera, descalificaciones y gritos entre supuestos adversarios políticos que terminaban votando a favor de la sobreexplotación del territorio, el incremento de tasas y tributos o aplaudiendo silenciosamente el nepotismo de propios y extraños. Por si acaso volcaba la tortilla, ya saben.
Los Verdes no hemos disparado únicamente con fogueo en ruedas de prensa o ante forofos partidarios. Eso, el autobombo y la zafia propaganda, queda para aquellos que ante la cámara televisiva vociferan y a la hora de la verdad se frotan las manos ante los probables beneficios de un tinglado urbanístico presto a ser votado con todos los parabienes en el pleno municipal.
Los Verdes nos situamos en su momento como única fuerza política decidida a recuperar el daño sufrido por el ayuntamiento esteponero durante la gestión del gobierno gilista de 1995 y lo demostramos ampliando, fundamentando y ganando sentencias a favor del interés público ante el Tribunal de Cuentas.
Imaginamos que eso fue así por nuestras profundas convicciones y también, todo hay que decirlo, porque los demás partidos se fueron descabalgando de esta defensa a medida que pactaban con los gilistas o sus sucesores en pactos de gobierno que han llevado a más de uno a la cárcel.
Y aquí me toca hablar de esta columna, que esta semana propició que estuviese sentado declarando ante un juez como imputado. Una imputación que no la promovió juez, ni fiscal, ni órgano policial alguno. Tampoco se me imputan delitos que tengan que ver con la corrupción. Mis pasajeros “problemas” no son más que uno de los últimos estertores políticos de alguien que sabe que su vida pública ha terminado. No crean que no le compadezco, no me gustaría haber pasado seis meses en la cárcel, condenado a devolver un millón de euros ni estar a la expectativa de lo que aún le puede caer.
En sus últimos momentos le deseo, si no lo mejor, al menos que la Justicia brille, se esclarezca la verdad y se administre con equidad. Y cada palo que aguante su vela.
Los Verdes no hemos disparado únicamente con fogueo en ruedas de prensa o ante forofos partidarios. Eso, el autobombo y la zafia propaganda, queda para aquellos que ante la cámara televisiva vociferan y a la hora de la verdad se frotan las manos ante los probables beneficios de un tinglado urbanístico presto a ser votado con todos los parabienes en el pleno municipal.
Los Verdes nos situamos en su momento como única fuerza política decidida a recuperar el daño sufrido por el ayuntamiento esteponero durante la gestión del gobierno gilista de 1995 y lo demostramos ampliando, fundamentando y ganando sentencias a favor del interés público ante el Tribunal de Cuentas.
Imaginamos que eso fue así por nuestras profundas convicciones y también, todo hay que decirlo, porque los demás partidos se fueron descabalgando de esta defensa a medida que pactaban con los gilistas o sus sucesores en pactos de gobierno que han llevado a más de uno a la cárcel.
Y aquí me toca hablar de esta columna, que esta semana propició que estuviese sentado declarando ante un juez como imputado. Una imputación que no la promovió juez, ni fiscal, ni órgano policial alguno. Tampoco se me imputan delitos que tengan que ver con la corrupción. Mis pasajeros “problemas” no son más que uno de los últimos estertores políticos de alguien que sabe que su vida pública ha terminado. No crean que no le compadezco, no me gustaría haber pasado seis meses en la cárcel, condenado a devolver un millón de euros ni estar a la expectativa de lo que aún le puede caer.
En sus últimos momentos le deseo, si no lo mejor, al menos que la Justicia brille, se esclarezca la verdad y se administre con equidad. Y cada palo que aguante su vela.