Ahora resulta que la solución a la imposible situación del Ayuntamiento de Estepona puede ser una inyección que se suplica a la Junta de Andalucía. 50 kilos reparadores y balsámicos.
Pues miren ustedes, paisanos míos, prueben a intentar desprenderse del traje de esteponero de pro y piensen en el esfuerzo que les costará a los andaluces, a todos los andaluces, resolver el problema que hemos creado en Estepona.
Imagínense lo que pensará el alcalde de cualquier pueblecito alpujarreño, del Valle del Guadalhorce o de la Serranía Norte de Sevilla cuando se entere que además de los 100 millones regalados a Marbella ahora tocan otros 50 para Estepona.
Ciudadanos que conviven permanentemente con la escasez, con la falta de dotaciones, con casi inexistentes infraestructuras de transporte, educativas o sanitarias tendrán que tragarse la percepción de que elegir a los más honrados, capaces y trabajadores de sus ciudadanos para administrar la miseria no es muy productivo, y que posiblemente sea mejor votar, conscientemente, a los más golfos de cada barrio.
Ya basta de hipocresías, los ciudadanos de la Costa hemos reincidido reiteradamente en ponernos en manos de políticos que acumulaban sospechas y hasta certezas de que su labor no era lo limpia que se le puede exigir a un servidor público. En Marbella el fallecido Jesús Gil continuó ganando elecciones incluso cuando ya estaba condenado por delinquir contra todos.
Y en Estepona, independientemente de lo que diga la Justicia sobre el caso Astapa, sabíamos perfectamente que se enchufaba sin escrúpulo a los militantes de los partidos gobernantes o que las grandes plusvalías que generó el boom urbanístico no dejaban en la localidad infraestructuras o modernidad a cambio del expolio del medio natural.
Los ciudadanos de la Costa hemos mirado para otro lado y ahora exigimos a Papá Estado que venga a reparar nuestros propios desaguisados. A mí personalmente me dará vergüenza dirigirme a un paisano de la Subbética o la Sierra de Cazorla sabiendo que mis excesos posiblemente le recorten la dotación de su ambulatorio.
Pues miren ustedes, paisanos míos, prueben a intentar desprenderse del traje de esteponero de pro y piensen en el esfuerzo que les costará a los andaluces, a todos los andaluces, resolver el problema que hemos creado en Estepona.
Imagínense lo que pensará el alcalde de cualquier pueblecito alpujarreño, del Valle del Guadalhorce o de la Serranía Norte de Sevilla cuando se entere que además de los 100 millones regalados a Marbella ahora tocan otros 50 para Estepona.
Ciudadanos que conviven permanentemente con la escasez, con la falta de dotaciones, con casi inexistentes infraestructuras de transporte, educativas o sanitarias tendrán que tragarse la percepción de que elegir a los más honrados, capaces y trabajadores de sus ciudadanos para administrar la miseria no es muy productivo, y que posiblemente sea mejor votar, conscientemente, a los más golfos de cada barrio.
Ya basta de hipocresías, los ciudadanos de la Costa hemos reincidido reiteradamente en ponernos en manos de políticos que acumulaban sospechas y hasta certezas de que su labor no era lo limpia que se le puede exigir a un servidor público. En Marbella el fallecido Jesús Gil continuó ganando elecciones incluso cuando ya estaba condenado por delinquir contra todos.
Y en Estepona, independientemente de lo que diga la Justicia sobre el caso Astapa, sabíamos perfectamente que se enchufaba sin escrúpulo a los militantes de los partidos gobernantes o que las grandes plusvalías que generó el boom urbanístico no dejaban en la localidad infraestructuras o modernidad a cambio del expolio del medio natural.
Los ciudadanos de la Costa hemos mirado para otro lado y ahora exigimos a Papá Estado que venga a reparar nuestros propios desaguisados. A mí personalmente me dará vergüenza dirigirme a un paisano de la Subbética o la Sierra de Cazorla sabiendo que mis excesos posiblemente le recorten la dotación de su ambulatorio.