Emitido en SER Costa del Sol el 22/01/2007
Los que se dedican a la política de una manera u otra siempre dejan claro que sus intenciones son de servicio público, de entrega, de solidaridad. En pocas palabras, están en este mundillo por una capacidad de sacrificio increíble. Generosidad y altruismo son los únicos motivos que les anima a integrarse en un colectivo al que le llueven las críticas e improperios de la sociedad.
Así debería ser, aunque la verdad es que todos sospechamos que puede que no siempre sean esas causas tan nobles las que nos conducen a querer ser miembros de una lista electoral, por ejemplo. Estos días, previos a la confección de las candidaturas podemos ser testigos de cómo los bajos instintos salen a la luz en todas las agrupaciones políticas. Las puñaladas, los recelos, los conflictos, están a la orden del día entre compañeros de ideología supuestamente partidarios tan sólo de mejorar la vida de sus conciudadanos.
La lucha por un puesto u otro en la parrilla de salida resultan ridículos, peleas por los diez primeros puestos en organizaciones que quizá saquen tantos concejales como las veces que yo he estado en Nueva York, una o ninguna. Estos días se están produciendo discusiones absurdas, inexplicables desde los altos principios de la política.
Aunque resultan fácilmente explicables si tenemos en cuenta que todos aspiran a una cuota de poder que se prevee muy repartida, y que casi cualquier formación tendrá oportunidades de gobernar, y por tanto de repartir puestos de coordinadores, directores y demás personal tan excelentemente remunerado. También habrá algún sinvergüenza seguro, que querrá estar cerca de esos lugares en los que se deciden las cosas importantes, ya saben, las relativas al urbanismo y demás operaciones multimillonarias. De estos, a los más listos no les importará ir en lista, o aparecer en los últimos lugares. Ya se sabe, son los más listos de la banda.
Los que se dedican a la política de una manera u otra siempre dejan claro que sus intenciones son de servicio público, de entrega, de solidaridad. En pocas palabras, están en este mundillo por una capacidad de sacrificio increíble. Generosidad y altruismo son los únicos motivos que les anima a integrarse en un colectivo al que le llueven las críticas e improperios de la sociedad.
Así debería ser, aunque la verdad es que todos sospechamos que puede que no siempre sean esas causas tan nobles las que nos conducen a querer ser miembros de una lista electoral, por ejemplo. Estos días, previos a la confección de las candidaturas podemos ser testigos de cómo los bajos instintos salen a la luz en todas las agrupaciones políticas. Las puñaladas, los recelos, los conflictos, están a la orden del día entre compañeros de ideología supuestamente partidarios tan sólo de mejorar la vida de sus conciudadanos.
La lucha por un puesto u otro en la parrilla de salida resultan ridículos, peleas por los diez primeros puestos en organizaciones que quizá saquen tantos concejales como las veces que yo he estado en Nueva York, una o ninguna. Estos días se están produciendo discusiones absurdas, inexplicables desde los altos principios de la política.
Aunque resultan fácilmente explicables si tenemos en cuenta que todos aspiran a una cuota de poder que se prevee muy repartida, y que casi cualquier formación tendrá oportunidades de gobernar, y por tanto de repartir puestos de coordinadores, directores y demás personal tan excelentemente remunerado. También habrá algún sinvergüenza seguro, que querrá estar cerca de esos lugares en los que se deciden las cosas importantes, ya saben, las relativas al urbanismo y demás operaciones multimillonarias. De estos, a los más listos no les importará ir en lista, o aparecer en los últimos lugares. Ya se sabe, son los más listos de la banda.
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