sábado, diciembre 03, 2005

Generación perdida

Publicado en Estepona Información el 03/12/2005. Foto g.g.


GENERACIÓN PERDIDA

No, no me voy a referir hoy a aquel extraordinario grupo de escritores americanos que se afincó en el París de los años 20. Seré, como casi siempre, bastante más prosaico.
Casi una generación es el tiempo transcurrido desde el año 1995 hasta la actualidad. Diez años de repunte económico, de “vacas gordas” que han propiciado que en nuestra Costa del Sol hayan descargado miles de millones de pesetas.

Es innegable que todo ese tiempo de prosperidad económica ha permitido la creación de riqueza a todo lo largo y ancho de nuestro municipio. Repartida desigualmente, es cierto, pero riqueza por todas partes. Por poner un par de ejemplos, miles de trabajadores han tenido la oportunidad de comprar a cómodos plazos coches enormes o embarcarse en hipotecas imposibles a 20 o 30 años. Y unos cuantos han construido fortunas que harían palidecer a más de un jeque de los Emiratos Árabes.

Nuestras ciudades han crecido, en algunos caso hasta casi duplicar su población. Y en casi todos, duplicando de hecho el número de viviendas existentes.

Es decir, “la Costa del Sol ha ido muy bien” desde hace la friolera de al menos 10 años. Pero., ¿ha repercutido el periodo de bonanza económica en lo que se da en llamar la “calidad de vida” de nuestra comunidad?. El art. 47 de la Constitución dice literalmente “Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos.

La realidad es que no ha sido así, ni se han cumplido los preceptos constitucionales ni tampoco las legítimas aspiraciones de las personas a vivir en un entorno mejor. Estepona, que por número de habitantes (¡más de 50.000!) ya no es aquel pueblo de mi niñez, sigue careciendo de los servicios para que la podamos considerar “una ciudad”.

No hay Teatro, no hay un gran Parque Central , no hay Hospital. Tenemos un único y casi tercermundista ambulatorio y otro casi virtual que se ha inaugurado una docena de veces sin que nadie haya conseguido aún ser visitado allí por un médico. No se construyen escuelas. Pensar en aquella Universidad esteponera se está convirtiendo en una “retahila de viejos” completamente ajena a la realidad. No hay equipamientos deportivos suficientes. El Ayuntamiento es una compleja red de oficinas que distan kilómetros unas de otras. Y así, podríamos enumerar casi todos los servicios de los que disfrutan en las ciudades y que nosotros podemos ver ... cuando salimos de Estepona.

Estos años de miles de casas construidas no han servido para hacer ciudad. Si acaso, para convertir el término municipal en una suerte de “urbanización privada” que va desde una punta a otra del término. Urbanizaciones con caminos privados, insostenible vegetación en jardines privados, piscinas para usos privados y viviendas para los que no viven en ellas. Se ha desarrollado una enorme tarea “urbanizadora”, pero nunca un trabajo ordenado de crecimiento urbanístico.

Hay que preguntarles a todos nuestros mandatarios presentes y pasados qué ha pasado con el artículo 47 de la Constitución. Me temo que de respondernos, que no lo harán, oiremos frases rimbombantes que no tendrán nada que ver con lo cuestionado: “Nunca se hizo tanto en tan poco tiempo”, “Estepona crece”, “El mejor gobierno de la historia”. Y algunas que por lo ridículas nos hacen reir “El parcheado de unos pocos metros de carril se hizo porque yo soy Concejal de Infraestructuras” “No, se hizo porque yo soy el mejor Concejal de Servicios” “Brigadas Operativas de Alcaldía”.

Definitivamente, y cuando parece que asoma el fin del ciclo económico de crecimiento, hemos perdido una generación. Y no se sabe si volveremos a tener otra oportunidad. A veces, en la vida, las cosas buenas no pasan varias veces.

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