UNO SE ACOSTUMBRA A TODO
Desde la irrupción del fallecido Jesús Gil Gil en nuestro panorama político, los habitantes de la Costa del Sol hemos llegado a acostumbrarnos a convivir diariamente con personajes que han hecho de la carrera política una suerte de “profesión liberal” con la que han conseguido vivir “a tutti plen” a costa de los bolsillos de los sufridos ciudadanos.
Y todo esto, además, envueltos en una permanente sombra de duda sobre su honestidad que a veces, demasiadas veces, se ha visto ratificada por actuaciones de nuestro sistema judicial.
Acercándonos un poco al origen de esta moda de políticos delincuentes tenemos que recordar que ese era el carácter personal del fundador de aquel pseudopartido político que fue el GIL. No es de extrañar, por tanto, que catorce años después, de entre ellos partido hayan sido condenados ya dos alcaldes y un nutrido número de concejales por diferentes delitos, que van desde la vulneración de los derechos fundamentales al delito urbanístico puro y duro.
Siempre que se habla de delitos es conveniente dejar patente el obligado respeto por la presunción de inocencia. Porque así lo dice nuestro ordenamiento jurídico y porque sinceramente creemos en ella. Nuestro sistema es garantista y así debe serlo por siempre.
Pero también es cierto que otro elemento básico de nuestra democracia es la representatividad de las instituciones. Y somos los ciudadanos, todos, los que debemos elegir a los que nos representen. Yo, como ciudadano, respeto la presunción de inocencia. Pero, al mismo tiempo exijo que la persona en la que voy a delegar sea de mi absoluta confianza. Que yo no tenga sombra de duda alguna respecto a su honestidad. Porque yo también intento ser honesto.
Por eso me ha sorprendido como tantas veces en nuestra Costa los ciudadanos hemos elegido a miembros de partidos que han dado sobradas y repetidas razones para no ser depositarios de la confianza que debemos exigir a los que van a gobernar en nuestro nombre.
Me llama la atención enormemente esa “normalidad” con la que somos capaces de convivir en la Costa con políticos que en circunstancias mucho menos graves no han disfrutado de la más mínima piedad popular. Hay que recordar, por ejemplo, los casos de Pilar Miró o Herminio Trigo, que abandonaron sus puestos por cuestiones meramente formales que no supusieron merma alguna del patrimonio público. O a Toni Caba, que dejó todas sus responsabilidades políticas horas después de su imputación en un proceso que nada tenía que ver con su actividad pública.
No es esa la forma de actuar de estos políticos que desde la poltrona siguen defendiendo su incuestionable derecho a la defensa. Ahora mismo, en la Costa del Sol, seguimos “disfrutando” de los herederos de aquella formación política, la gilista, que siguen viéndose involucrados en asuntos “presuntamente” lesivos para el presente y el futuro de nuestros pueblos. En Marbella, está encausado un porcentaje altísimo de los miembros de su Pleno Municipal. Unos ya han sido condenados y apartados de su cargo público. Pero otros siguen allí, apoltronados, agotando hasta el último segundo su legítimo derecho a la defensa. Y son inocentes sin duda, en todo caso son “presuntos culpables”. Pero yo, como ciudadano, no me fiaría de ellos. Como tampoco me fío de los compañeros y socios del Alcalde de Manilva. Inocentes como él mismo hasta que no se demuestre de forma indubitada lo contrario. Tan inocentes que ni siquiera se ha llegado a insinuar que estuviesen implicados de ninguna manera en los supuestos manejos del exalcalde. Eso sí, estaban demasiado cerca de donde se cocían las cosas como para que ya no las tenga todas conmigo. A mí, personalmente, tampoco me inspiran confianza. Creo que no les votaría.
Y en Estepona tenemos casos de personas que aún no están incursos en ningún proceso penal. Pero que están obligados de forma contundente a dar explicaciones, que hasta ahora no han sido satisfactorias, sobre el destino de importantes cantidades de dinero público. Son inocentes, posiblemente no haya ningún delito detrás de esas investigaciones. Pero mire Vd., yo tampoco me fio de ellos. Y no es inquina personal, que conste. Lo que ha pasado es que una de las instituciones más importantes de mi país, el Tribunal de Cuentas, les reclama incluso afianzar dinero. Así que mi desconfianza está, creo yo, justificada.
No, no les votaría nunca. Y ya que estamos, y por si acaso, tampoco les dejaría estar muy cerca de donde se pudiesen repetir los hechos que motivaron las actuaciones del Tribunal de Cuentas. Eso no depende de mí, no he podido evitarlo. El principal responsable sigue siendo Primer Teniente de Alcalde. Justo, justo el mismo cargo que tenía cuando pasaron todas estas cosas.
Creo que no, que yo no conseguiré acostumbrarme a todo.
Y todo esto, además, envueltos en una permanente sombra de duda sobre su honestidad que a veces, demasiadas veces, se ha visto ratificada por actuaciones de nuestro sistema judicial.
Acercándonos un poco al origen de esta moda de políticos delincuentes tenemos que recordar que ese era el carácter personal del fundador de aquel pseudopartido político que fue el GIL. No es de extrañar, por tanto, que catorce años después, de entre ellos partido hayan sido condenados ya dos alcaldes y un nutrido número de concejales por diferentes delitos, que van desde la vulneración de los derechos fundamentales al delito urbanístico puro y duro.
Siempre que se habla de delitos es conveniente dejar patente el obligado respeto por la presunción de inocencia. Porque así lo dice nuestro ordenamiento jurídico y porque sinceramente creemos en ella. Nuestro sistema es garantista y así debe serlo por siempre.
Pero también es cierto que otro elemento básico de nuestra democracia es la representatividad de las instituciones. Y somos los ciudadanos, todos, los que debemos elegir a los que nos representen. Yo, como ciudadano, respeto la presunción de inocencia. Pero, al mismo tiempo exijo que la persona en la que voy a delegar sea de mi absoluta confianza. Que yo no tenga sombra de duda alguna respecto a su honestidad. Porque yo también intento ser honesto.
Por eso me ha sorprendido como tantas veces en nuestra Costa los ciudadanos hemos elegido a miembros de partidos que han dado sobradas y repetidas razones para no ser depositarios de la confianza que debemos exigir a los que van a gobernar en nuestro nombre.
Me llama la atención enormemente esa “normalidad” con la que somos capaces de convivir en la Costa con políticos que en circunstancias mucho menos graves no han disfrutado de la más mínima piedad popular. Hay que recordar, por ejemplo, los casos de Pilar Miró o Herminio Trigo, que abandonaron sus puestos por cuestiones meramente formales que no supusieron merma alguna del patrimonio público. O a Toni Caba, que dejó todas sus responsabilidades políticas horas después de su imputación en un proceso que nada tenía que ver con su actividad pública.
No es esa la forma de actuar de estos políticos que desde la poltrona siguen defendiendo su incuestionable derecho a la defensa. Ahora mismo, en la Costa del Sol, seguimos “disfrutando” de los herederos de aquella formación política, la gilista, que siguen viéndose involucrados en asuntos “presuntamente” lesivos para el presente y el futuro de nuestros pueblos. En Marbella, está encausado un porcentaje altísimo de los miembros de su Pleno Municipal. Unos ya han sido condenados y apartados de su cargo público. Pero otros siguen allí, apoltronados, agotando hasta el último segundo su legítimo derecho a la defensa. Y son inocentes sin duda, en todo caso son “presuntos culpables”. Pero yo, como ciudadano, no me fiaría de ellos. Como tampoco me fío de los compañeros y socios del Alcalde de Manilva. Inocentes como él mismo hasta que no se demuestre de forma indubitada lo contrario. Tan inocentes que ni siquiera se ha llegado a insinuar que estuviesen implicados de ninguna manera en los supuestos manejos del exalcalde. Eso sí, estaban demasiado cerca de donde se cocían las cosas como para que ya no las tenga todas conmigo. A mí, personalmente, tampoco me inspiran confianza. Creo que no les votaría.
Y en Estepona tenemos casos de personas que aún no están incursos en ningún proceso penal. Pero que están obligados de forma contundente a dar explicaciones, que hasta ahora no han sido satisfactorias, sobre el destino de importantes cantidades de dinero público. Son inocentes, posiblemente no haya ningún delito detrás de esas investigaciones. Pero mire Vd., yo tampoco me fio de ellos. Y no es inquina personal, que conste. Lo que ha pasado es que una de las instituciones más importantes de mi país, el Tribunal de Cuentas, les reclama incluso afianzar dinero. Así que mi desconfianza está, creo yo, justificada.
No, no les votaría nunca. Y ya que estamos, y por si acaso, tampoco les dejaría estar muy cerca de donde se pudiesen repetir los hechos que motivaron las actuaciones del Tribunal de Cuentas. Eso no depende de mí, no he podido evitarlo. El principal responsable sigue siendo Primer Teniente de Alcalde. Justo, justo el mismo cargo que tenía cuando pasaron todas estas cosas.
Creo que no, que yo no conseguiré acostumbrarme a todo.
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