Publicado en Estepona Press, junio 2018
Hace un par de semanas tuve la “fortuna” de oír el discurso de José María García Urbano celebrando lo que él denomina sus 100 calles remodeladas.
No las he contado, y sé que hay opiniones diversas respecto a la calidad de lo actuado en esas afortunadas calles tocadas por la mano de nuestro Gran Benefactor. Así que hoy voy a soslayar lo referente a ordenación del tráfico, buen gusto ornamental y, mucho más importante, canalizaciones y acondicionamientos de futuro de esas vías urbanas. Aunque, como digo, muchos piensan que un lavado de cara, cuatro macetas y falso adoquinado no es suficiente, aunque sí vistoso.
Me centraré en esta ocasión en el mantra más repetido durante su intervención: ¡Que viva Estepona!. No sé cuántas veces llegó a repetirlo en un discurso de pocos minutos porque creo que dejé de prestar atención sobre la octava repetición más o menos: “–No importa decirlo otra vez, así que lo diré por cuarta vez ¡que viva Estepona! …/… y voy a repetirlo por octava vez, ¡que viva Estepona”. Pienso que para cualquier persona con eso sería más que suficiente, aunque me imagino oyéndole por catorceava ocasión “Y como trece dan mala suerte lo repetiré una vez más para que sean catorce, ¡que viva Estepona!”.
Podrán entender que tras esos minutos oyendo el insustancial discurso de nuestro alcalde, al parecer reputado intelectual en su vida privada pero de una debilidad cultural preocupante en sus intervenciones públicas, me invadía una profunda vergüenza ajena.
No la que me provocaba este señor, sino la que sentía cada vez que mis vecinos presentes en el acto aplaudían enfervorizados cada “Viva Estepona” proferido por nuestro prócer. Lo siento, vecinos, pero no soy capaz de compartir ese grito por muchas veces que se profiera.
Por supuesto entiendo la actitud de nuestro desvergonzado alcalde. Cuanto menos diga en un discurso más fácil será conseguir el aplauso y menos tendrá que explicar respecto a sus actos. Aunque esa práctica sea habitual de estos populistas no deja de demostrar la poca vergüenza, insisto, de su comportamiento.
Que viva Estepona dijo nuestro alcalde cuando preparó el ERE que dejó sin trabajo a 174 esteponeros sin cumplir ningún criterio objetivo: Echaron a buenos trabajadores, dejaron dentro a imputados por delitos de corrupción, por ejemplo.
Que viva Estepona, repitió, mientras dedicaba recursos públicos a custodiar el patrimonio de sus amigos de la extrema derecha, De Santiago o Garó.
Que viva Estepona, repite de forma insistente, cuando su socio de Construcciones Solís o su amigo y camarada de Grupo O.V. se adjudica una nueva obra pública. ¡Cómo no decir eso cuando es Estepona la que genera beneficio para tu socio!
Una vez que su avaricia le dejó fuera de la política nacional, también repitió que viva Estepona, contentísimo con tantos esteponeros votantes incondicionales de tan peculiar personaje, amante del dinero, megalómano y soberbio.
Sin embargo, pese a esos gritos Estepona malvive, cada día menos capaz de manejar su propio destino, cada vez más encadenada al capricho de los llamados ciclos económicos, en realidad estrategias de los dominantes para colocar aquí o allá el interés momentáneo para mantener a los trabajadores pendientes de una supuesta diosa fortuna que les señale para recibir migajas miserables.
Las cifras de paro, la generalización del empleo precario hasta niveles casi esclavistas, la amenaza constante del empresario que actúa como dueño y señor de personas y voluntades, el fomento de un único turismo que expolia los recursos naturales a cambio de un salario menos que mileurista y por tres meses en la mayoría de los casos es el auténtico “Viva Estepona” fomentado por estos señores del ladrillo, la especulación y la delincuencia.
Sí, la delincuencia. No olvidamos su conexión con condenados por delincuencia practicada en en el entorno de las entidades públicas. Otro socio suyo, Juan Alberto Hoffman, sigue condenado y en busca y captura por delitos que perjudicaron al Ayuntamiento de Marbella –Que viva Marbella– y ahora tenemos el caso de un ex cargo de confianza suyo, Ricardo Galeote, condenado también por producir daños a nuestro Ayuntamiento y contratado cuando ya se conocía su implicación en el caso.
Lo siento, pero mi Viva Estepona no puede referirse a esos que esquilman, se aprovechan, maltratan o directamente roban nuestro patrimonio municipal y nuestro entorno natural. Que es nuestro aunque en los registros de la propiedad aparezcan a nombre de tan solo un puñado de personas.
Para terminar, y como las cosas no cambian en el Estado Español –Que viva España– sino que los casos de persecución política siguen aumentando mientras delincuentes confesos y condenados campan a sus anchas, voy a seguir clamando por la libertad de los presos políticos, el retorno de los exiliados, el fin de la represión a los artistas y la defensa sin límites a la libertad de expresión. Que vivan Estepona, Andalucía, Cataluña y el resto de los pueblos de España libres. Libres de explotadores, corruptos, violentos con uniformes públicos, ladrones a los trabajadores y con plena decisión sobre su futuro.