Durante decenios la fiesta de la navidad, esa de los buenos deseos, estuvo amargamente acompañada por la ausencia de miles de españoles que yacían asesinados en fosas comunes.
Durante decenios, la fiesta de la navidad, esa del reencuentro familiar, estuvo presidida por la carencia en las mesas de aquellos que fueron encarcelados por defender ideales de justicia y democracia.
Durante decenios hombres y mujeres buenos y justos fueron encarcelados, fusilados o torturados sin juicio o enjuiciados sin defensa efectiva y en ausencia de todas las garantías que consagra el Estado de Derecho. Fueron castigados terrible e injustamente por defender las libertades y el progreso de sus conciudadanos.
Durante decenios se negó el pan y la sal, el nombre y el recuerdo, hasta en navidad, a todos aquellos hombres y mujeres que padecieron la represión fascista. Pese a eso fueron siempre merecedores del reconocimiento y homenaje de todos nosotros que, gracias a su esfuerzo y sacrificio, pudimos construir el imperfecto estado democrático en el que hoy vivimos.
Hoy muchos andamos empeñados en recuperar públicamente para todas esas personas, ejemplo de vida, una dignidad que nunca perdieron pese a ser tachados de criminales o enterrados como perros en agujeros excavados por ellos mismos.
Y también hoy, pensando en ellos, me resulta especialmente repulsivo el que presuntos delincuentes aleguen, en esta democracia nuestra, persecución política o supuesta vulneración de unos derechos que sus millonarios abogados impedirían, cuando están acusados de delitos contra sus vecinos, de enriquecimiento injusto, de vulnerar la voluntad popular y de favorecer a su entorno de familiares y amigos con lujos y prebendas a costa de los que debían ser sus representados.
Es hora de transmitir buenos deseos. A los que se aprovecharon del esfuerzo de sus paisanos les deseo que paguen suficientemente por sus delitos aquí y no en la otra vida y que carguen para siempre con el desprecio de la comunidad. Para todos los demás, Feliz Navidad y Paz en la tierra, hombres de buena voluntad.
Durante decenios, la fiesta de la navidad, esa del reencuentro familiar, estuvo presidida por la carencia en las mesas de aquellos que fueron encarcelados por defender ideales de justicia y democracia.
Durante decenios hombres y mujeres buenos y justos fueron encarcelados, fusilados o torturados sin juicio o enjuiciados sin defensa efectiva y en ausencia de todas las garantías que consagra el Estado de Derecho. Fueron castigados terrible e injustamente por defender las libertades y el progreso de sus conciudadanos.
Durante decenios se negó el pan y la sal, el nombre y el recuerdo, hasta en navidad, a todos aquellos hombres y mujeres que padecieron la represión fascista. Pese a eso fueron siempre merecedores del reconocimiento y homenaje de todos nosotros que, gracias a su esfuerzo y sacrificio, pudimos construir el imperfecto estado democrático en el que hoy vivimos.
Hoy muchos andamos empeñados en recuperar públicamente para todas esas personas, ejemplo de vida, una dignidad que nunca perdieron pese a ser tachados de criminales o enterrados como perros en agujeros excavados por ellos mismos.
Y también hoy, pensando en ellos, me resulta especialmente repulsivo el que presuntos delincuentes aleguen, en esta democracia nuestra, persecución política o supuesta vulneración de unos derechos que sus millonarios abogados impedirían, cuando están acusados de delitos contra sus vecinos, de enriquecimiento injusto, de vulnerar la voluntad popular y de favorecer a su entorno de familiares y amigos con lujos y prebendas a costa de los que debían ser sus representados.
Es hora de transmitir buenos deseos. A los que se aprovecharon del esfuerzo de sus paisanos les deseo que paguen suficientemente por sus delitos aquí y no en la otra vida y que carguen para siempre con el desprecio de la comunidad. Para todos los demás, Feliz Navidad y Paz en la tierra, hombres de buena voluntad.